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Blogs La viga en el ojo por Fredy Massad

Entrevista a Masters of Concrete. 2ª parte.

Entrevista a Masters of Concrete. 2ª parte.
Fredy Massad el

La imagen de Gehry el pasado mes de octubre haciendo una peineta perfectamente podría haber sido una imagen de Masters of Concrete. ¿No es también algo que va más allá del humor? ¿No es como una caricatura trágica que evidencia simbólicamente del naufragio del modelo de arquitecto encarnado por alguien como él? Alguien que ya no tiene respuestas, que se siente acorralado ante su propio ridículo (aunque, paradójicamente, estaba a pocas horas de recibir un premio por su contribución cultural a las artes). ¿Podemos leer hechos así un signo desesperado del final de ese modelo?

Eso es la muerte como farsa. Sin embargo, está tan banalizada que queda la peineta, pero no queda el arquitecto. No queda la obra. Gehry puede hacer la peineta, pero eso no lleva a que se examine críticamente la obra de Gehry. No podemos echarle la culpa únicamente a los que le adulan continuamente y no le dejan caer, tenemos que ser críticos con nosotros mismos y pensar cómo se ha podido llegar a un punto en el que un referente de una materia hace ese gesto y la comunidad le ría la gracia.

No parece improbable que las instituciones continuarán premiando a estos sujetos, no hay duda de que esta moral arquitectónica de la que hablamos es hegemónica, y la mayoría de periodistas, políticos, camareros o panaderos la reproducen de ojos cerrados. Ya que pones el ejemplo de Gehry, en una ciudad como Bilbao hay una gran parte de la ciudadanía maravillada con los despropósitos que a lo largo de los últimos 20 años se han ido construyendo; otra cuestión podría ser, entonces, ¿cómo democratizar y simultáneamente radicalizar esa crítica? ¿Cómo empoderar críticamente a aquellos no-arquitectos que saben que el monolito inservible que han construido frente a su casa y que ya no le deja ver el mar es una patata se mire por donde lo mire?

Eso es lo que yo antes señalaba: que es necesario ir más allá de los personajes y examinar qué ha permitido el auge de estas figuras y las ha recompensado con credibilidad y prestigio. Sobre el episodio de Gehry, para la sociedad el escándalo por esa grosería es efímero e intrascendente. Y confirma a esa sociedad enfurecida por la crisis económica y las corrupciones en todos los ámbitos que los antes venerados arquitectos son figuras tan podridas como otras, sean políticos en entredicho o celebrities trash en auge.

Pero internamente, desde la arquitectura es muy necesario hacer hincapié en una reacción así, porque es algo más que una anécdota.  Yo leo ese gesto como un signo agresivo de fracaso, ante la evidencia de un fin de ciclo.

Compartimos esa sensación. Todos los star-architects siguen en activo pero son figuras en declive. Declive en el sentido que ya han dejado de ejercer la profesión y han pasado a parasitarla, con el único fin suponemos de ascender a ese Olimpo que comentabas en el que trascender. Lo peor de todo es que son ellos los referentes a los que la mayoría de estudiantes o jóvenes arquitectos aspiran. De ahí que digamos que de una forma u otra perpetúan el sistema.

Gehry podría haber tenido una reacción algo más astuta y admitir –porque  ya de hecho lo hizo en aquel episodio de The Simpsons−,  «sí, soy un arquitecto estrella, ¿y qué?». Pero es incurrir en ese desdén, esa negación de la que también ha hecho alarde Koolhaas negando ahora ser arquitecto-estrella. 

O una situación como el pleito que Hadid amenazó con interponer contra el New York Review of Books por la reseña que Martin Filler había escrito y en la que ésta consideraba que se ofendía y se atacaba con saña a su figura. Es cierto que el crítico cometió un grave error de documentación que daba la razón a Hadid, pero lo absurdo del caso era cómo ésta alegaba que se ejercía además un ataque personal señalando que el crítico le atribuía defectos que, paradójicamente, ella misma ha cultivado cuidadosamente y explotado para fomentar su imagen de diva temperamental. La situación ponía de manifiesto el grado de ridículo al que podían elevar los propios personajes el cliché que ellos mismos cultivaron.

Ese tipo de reacciones son síntoma de que algo está fallando muy preocupantemente, y cada vez va mucho más a fondo.

Rem Koolhaas quizá haya sido el primero que se ha dado cuenta del pozo en el que andaba metido y ha emprendido una huida hacia delante en la que trata de apropiarse de todo aquello que precisamente le aleja de la profesión: la vuelta a la escala humana, al detalle, al encaje… en definitiva, la vuelta al oficio. Claro está que el que lo haga Rem Koolhaas es para sospechar. De hecho, creemos que es una prueba definitiva que confirma la sospecha.

Con todo esto se cierra un ciclo, pero eso no significa que vaya a sucederle uno mejor.  Todo ese discurso va a reconvertirse y los conceptos de estar en el mapa, de la iconicidad del edificio, de salvar ciudades con edificios representativos…ahora se han sustituido por otros, como antes decíamos. El sistema va a seguir funcionando exactamente en las mismas condiciones laborales asquerosas, produciendo exactamente lo mismo pero con un maquillaje algo diferente.

Yo quisiera insistir, porque la evidencia no para de demostrarlo, en que la gran parte de estos personajes carecen de la inteligencia que les permitiría llevar a cabo el sano ejercicio de reírse de sí mismos y enderezar de alguna forma la estructura de esta situación.  Creo que, de alguna manera, por ese mismo motivo, la crítica seria, sesuda, esa letanía vanidosa de libros y ensayos leídos pero no procesados… tampoco tiene capacidad, en mi opinión, de actuar como revulsivo para meditar el estado en que la arquitectura se encuentra en este momento.

Por eso me interesa más esta decisión de poner el dedo en la llaga tan brutalmente, reír, con saña si hace falta, y, tras esa risa, relativizar y reflexionar en serio. 

Nada es tan importante y, a la vez, todo es muy importante. Que a una persona se la esté explotando en un despacho de arquitectura es muy importante y es fundamental que esta situación deje de suceder. Por el contrario, la figura del arquitecto, y más a la manera en que actualmente está planteada, no es tan importante y está bien tomarla desde el punto de vista de satirizarla, convertirla en una parodia como forma de desacato.

Para nosotros es más importante la situación de ese empleado y tirando de ese hilo tratamos de llegar a lo demás. Pensamos realmente que nuestra labor es técnica, y como técnico uno debe aportar sus conocimientos para el funcionamiento de un fin social concreto. Pongamos como punto de partida que aceptamos la división del trabajo, la categorización profesional y el cierre ocupacional (aunque no sea del todo así, partimos de ese supuesto porque sino este tema daría para horas de charla). Este aislamiento disciplinar que nos ha llevado a la ‘optimización’ del trabajo nos ha convertido, a la vez, en seres que raramente aplican argumentos políticos a la hora de desempeñar su profesión. Lo que comúnmente llamamos un ‘buen profesional’, ése que desempeña su función más allá del contexto o de su moral. Si bien esta apolitización es aplicable a casi todas las disciplinas, nosotros, por ser la nuestra, es la que analizamos.

Pero no todo son catástrofes. Ahora, con las crisis, los polos se han extremado, y de ello han aparecido por un lado auténticos indeseables sin escrúpulos y por otro personas muy politizadas que han decidido usar sus conocimientos en base a sus ideas actualizadas de sociedad. Sin embargo y por desgracia, los primeros siguen siendo mayoría.

 

MASTERS OF CONCRETE #8 / Julio ’14

 

La lectura fácil que se os ha hecho ha sido acusaros de sentir inquina hacia ciertos personajes pero, ¿qué reacciones os constan de estudiantes, de seguidores de Masters of Concrete?

Hay estudiantes que nos han dicho que se ríen mucho con Masters of Concrete, pero las cosas no van más allá. También porque es difícil saber qué está pasando por ahí. El único feedback real, dado nuestra situación, es el que nos dan los datos que se desprenden de las redes sociales y del número de visitas, y de ellos desde luego estamos muy orgullosos. También hay quien nos anima a seguir y algún otro coordinador de algún que otro concurso que hemos parodiado alguna vez que nos dice que ya no le hacemos gracia y que o paramos o tendrá que emprender «otro tipo de acciones». Es lo que hay.

Seguramente nuestro trabajo irá evolucionando hacia artículos más extensos, que aborden los temas más fondo para poder desacreditarlos más radicalmente. También puede que colguemos los teclados y nos dediquemos a dar entrevistas y vivir de rentas. No, nos gustaría (y nos gusta) escribir y quizá lo hagamos (o no) no necesariamente desde el humor (o quizá ya lo estemos haciendo) aunque creamos que hablar en serio de esto no sea tan efectivo y (de hecho) tampoco nos apetezca tanto. No sabemos, todo es muy confuso y somos muy idiotas para tomarnos en serio.

¿Cómo pasar por alto la frustración que puede suponer el que vuestro trabajo acabe siendo meramente algo con lo que echar unas risas, sin considerarlo más trascendente? ¿Cómo activar a quienquiera que vea esa portada, con sus titulares directos y claros, para que reflexione a fondo sobre el contenido que hay en cada chiste?

No sabemos si nosotros podemos llegar a más. Lo que sí nos gustaría es conseguir que algún lector se politice mínimamente, aunque no sea compartiendo nuestra opinión pero sí entendiendo que la profesión de arquitecto no es neutral sino totalmente ideológica. Pensando en el futuro es posible que, además de seguir produciendo más o menos a un ritmo similar al actual, ampliemos el formato a lo audiovisual, que nos llama mucho.

Esto último ya lo habéis presentado con el video dedicado a Ruíz-Geli y su proyecto para ElBulli. Un proyecto realmente controvertido por toda la implicación política en torno a él pese a las protestas que su construcción levantaba.

Geli, consideramos, es el prototipo del arquitecto que hace lo que sea necesario hacer por tirar adelante su proyecto, a costa de lo que sea. Hace un tiempo le vimos en una conferencia en la universidad, una época en la que era claramente un triunfador al que admirar: alguien que se había formado en la misma escuela y que allí estaba en lo más alto, con treinta y cinco años.

En su discurso, él (como otros tantos arquitectos) al desplazar los elementos de juicio de la arquitectura fuera del ámbito de ésta, dejan al oyente sumido por completo en la impotencia para poder replicarle nada. ¿Cómo discutirle a Geli desde la arquitectura si lo que dice está bien o mal, si no es arquitectura? O a aquel otro arquitecto que empieza a hablar de envolventes en términos lacanianos, ¿cómo discutirle? Sitúan su discurso justo en el margen de la hoja de la arquitectura.

Con la intención de que quien refute quede en ridículo. Pongamos como diferencia el caso de las ecologistas que confrontaron a Ruíz Geli sobre el proyecto para ElBulli, que podían refutarle desde los específicos argumentos medioambientales. Sin embargo, desde dentro de la arquitectura es muy difícil enfrentarse y exponer las imposturas.

Cualquier atisbo de crítica es entendido y contestado siempre como si se tratase de un ataque personal al individuo. Y no es así. Y este caso es bastante ejemplar: el arquitecto apoya sus argumentos con razones fuera del límite de la arquitectura y viene un experto de ese campo y le caza, como es natural. En ese momento los papeles se alternan y es el arquitecto el que se queda sin opción de réplica, escudándose precisamente en banalidades,  como en este caso la forma de presentación del proyecto.

A menudo determinadas reacciones me hacen pensar en que, para muchos, el señalar los aspectos negativos de los arquitectos de manera directa, sin eufemismos, equivale a proferir una blasfemia. Me desconcierta que, ante la evidencia de la situación, continúe habiendo muchas personas con un pensamiento neutro que elige acatar fervientemente lo que se establece, lo que mandan todos esos que orquestan cada momento del presente.

Debe combatirse también esa especie de temor atávico, de cobardía, que lleva a muchas personas – que se jactan de independencia intelectual, de capacidad de discernimiento− para acabar justificando muchas cosas que suponen sostener las raíces de este sistema. Constatar eso, en una conversación formal o informal, es lo que suscita a veces la sospecha de que las cosas no van a poder transformarse en realidad nunca. 

Ese miedo está finalmente basado en la conciencia de que todo el mundo de la arquitectura es, en realidad, una impostura. Es un constante tráfico de influencias y de individuos que te la pueden jugar. Si uno fuera completamente independiente para desarrollar su carrera, en una utopía donde todo el mundo estuviera en igualdad de condiciones, sería la propia calidad del trabajo la que justificaría la posición y habría libertad para opinar lo que uno quisiera. Pero en la pragmática de la arquitectura está muy arraigada la conciencia de que la influencia y el poder están directamente ligados al éxito que vas a poder alcanzar. O el fracaso que vas a sufrir.

Una ruptura con este mundo de la influencia se daría solamente si fuese algo que se produjese en la totalidad de la sociedad. Asumir la politización, cada cual la suya, y actuar en consecuencia es el punto central del cambio. Ciudadanos con la opinión subsumida por el sistema no van a poder proponer, ni a poder participar de ese cambio. Porque repetimos, no existe la gente sin opinión ni la neutralidad per se. Cuando se dice que la crítica no es efectiva es sólo que se ha acercado tanto al núcleo y a sus inercias que sus discursos han convergido. Es decir, se ha vuelto no-crítica, en el sentido de dócil, de inútil, de perpetuadora. Por supuesto eso no puede, ni quiere, ni debe significar que haya muerto. Pensar así sólo puede ser sinónimo o de estar consumido por ese mismo sistema (a modo de renuncia radical) tomándolo como total e inmutable, o como falta total de confianza en el poder propositivo de la gente.

No-crítica o crítica de propaganda. Se han empezado a dar estas dos opciones. Que el crítico se vuelva el publicista de ciertos arquitectos (aunque esto fuese algo que siempre sucedió) hoy ya no sirve. Vivimos en una sociedad mucho más informada. Sin embargo, ¿cómo romper con ese modelo, superarlo? Volvemos al tema que daba pie a esta conversación: parte de la inteligencia para hacerlo pasa por la capacidad de burlarse de ese modelo para poder ver, con seriedad, todas sus carencias y defectos.

Un discurso complejo reduce muchísimo el círculo de actuación. Hacer un discurso objetivo, cerrado y simple es una de las garantías de que va a poder ser distribuido por todas partes. Luego está la tercera vía, el humor, como posibilitador de apertura. Porque, más allá del grado hasta el que se entienda el mensaje, es posible reír.

 

MASTERS OF CONCRETE #13 / Diciembre 2014

 

Sería también interesante hacer desde el humor una revisión crítica de la no-crítica.

Si una profesión surge como necesidad social en una especialidad X, debe ser posible encontrar los motivos por los que esa profesión se creó, aunque sean anacrónicos. Para ello cabe valorar si el crítico se confirma como una figura asociada al poder, adosada al arquitecto, que lo mejora a un nivel discursivo pero que realmente no le aporta nada sino que, por el contrario, oculta sus deficiencias. Por otro lado, se puede pensar que el crítico es capaz de ser una figura exenta, que ayude a mejorar la arquitectura. Así lo entendemos nosotros: el crítico debe servir para mejorar, sin ninguna prepotencia, efectuando un modo de análisis que sea útil. No sabemos si da para una categoría propia, porque lo que defendemos es el papel de la crítica y no tanto al profesional, pero (volviendo atrás) si nos creemos la sociedad profesionalizada y especializada y su labor es útil, ¿por qué no?

Coincido en que es posible pensar en el crítico como un actor activo del proyecto general de la arquitectura. Alguien que usa la crítica como herramienta para intervenir de alguna forma en que se reflexionase a tiempo sobre ese proyecto. No veo el sentido de hacer una crítica posterior a la finalización de un edificio.

Eso no sería una crítica, sería una justificativa, una explicación. El sistema es tan perverso que la única voz crítica a la que va a respetarse es a la que el propio sistema avala. Nos resulta difícil imaginar la figura de un crítico útil que sea escuchado. Que sea escuchado significa que cuenta con un apoyo detrás, y que, por lo tanto, no problematiza.

Pero ésa es, en definitiva, la intención de fondo que hay en la actividad de Masters of Concrete: instigar pensamiento en un público, desde la esperanza de que podría provocar cambios.

Y hacerlo sin llamarlo crítica.

Si todos los críticos o gran parte de ellos son chupatintas de arquitectos con mucho poder, entonces ¿qué es el crítico?  O bien me esfuerzo en crear la idealización de una figura que no existe o bien me voy directamente a firmar los prólogos de libros.

Cualquier persona de a pie a la que se le pida que piense en un arquitecto inevitablemente va a hacerlo en alguna figura de las que hemos comentado. Debemos explicar que la arquitectura es otra cosa y pedir a los futuros arquitectos que eviten caer en ser ese tipo de figura. Queremos alentar a que se reflexione sobre las cosas que no están bien.

Entre la profesión (sus actores, pensadores, opinadores…) el diálogo desde la discrepancia acaba siendo imposible o no llega a ser todo lo fructífero que debiera porque hay muchos individuos rechazándolo, tanto desde el desdén que ningunea al otro como desde la cerrazón mental. El problema, creo, es la negativa a acatar las dudas, las brechas que se pueden abrir dentro del propio discurso o de las propias creencias tras las que se parapetan muchas defensas y ataques.  Entender cualquier crítica como un ataque personal y descalificarla por ello es puro infantilismo.

Masters of Concrete hace burla de la dimensión pública de los personajes, no de su obra, no de su trayectoria… Salvo en esos casos en que haya una relación completamente coherente entre obra y personaje, como sucedería con BIG o tantos otros.

No hay ninguna inquina personal en absoluto. De lo único que se trata es de lograr que estos temas tengan visibilidad. La crítica es nula desde las plataformas de arquitectura, pero no sólo porque hablen poco, sino porque los temas más problemáticos no aparecen nunca.  Ellas reproducen el último término de todo el proceso, que es el render de la obra.

Hay una secuencia en Blue Velvet en la que aparece un tipo en el jardín de una bonita casa típicamente americana, regando un césped muy verde. Hace sol, trinan pajaritos de fondo y todo parece idílico hasta que el tipo cae al suelo fulminado por un infarto. La cámara se aproxima y vemos que el césped está infestado de cucarachas asquerosas, que inundan el plano. El equivalente de un tipo que te está hablando de coherencia, de honestidad constructiva, de la poética de los tirantes de la estructura… y que al cabo de dos minutos informa a uno de sus trabajadores de que no va a pagarle. Creemos que es inevitable que haya indeseables por todas partes, pero queremos que suelten las mangueras y afloren las cucarachas.

Nos sentiríamos dichosos si se lograra que alguien hablase públicamente de la realidad de esos mismos temas de nuestros titulares. Que un tipo hable de que paga a sus empleados, como hizo Jordi Badia hace unos años. Alguien que – aunque no compartamos con él puntos de vista− pusiera el tema sobre la mesa (tras una polémica surgida en la universidad). Que más arquitectos, como hizo Badia, se posicionaran, sería para nosotros un triunfo brutal.

Que los medios abordasen temas que reflejaran el proceso, que mostraran que lo importante no es sólo el fin (es decir: esa fotografía, a menudo pasada por photoshop, del proyecto construido) sino todo el recorrido. Ésos serían temas cruciales a abordar por los medios para quienes se están formando como arquitectos, para que la sociedad tenga una comprensión real acerca de qué es y qué implica la tarea de la arquitectura. Que el arquitecto recorriera el camino de su trabajo con dignidad, no desde falsas posturas apolíticas de irresponsabilidad.

Es para ese tipo de casos para el que creemos necesario el artículo largo, aunque les quitaríamos el carácter de inmediatez. Consideramos que hay más relevancia en titulares breves y concisos. Atrae muchos más lectores un titular y una foto de Joaquín Torres que uno que habla sobre la precariedad laboral. Nuestros artículos funcionan mejor cuando tocan verdaderamente las pelotas. O son lo suficientemente agresivos como para resultar morbosos.

Obviamente éstas son estrategias para ganar atención, no es que rehusemos de la capacidad puramente comunicativa ni nos neguemos a reconocer el componente de marketing que tiene lo que hacemos. Pero se trata de pervertir el criterio desde la desnaturalización dentro de la naturalización del formato periodístico, como plantean los creadores de El Mundo Today. El estímulo de tratar de introducir reflexiones, cambios, dentro de la misma generación a la que pertenecemos ya nos resulta un motivo importante para seguir.

Creemos también que nos encontramos en un momento que juega a nuestro favor. Esto es un ragnarök: pese a lo terrible de la situación, un fin de ciclo que arrastra un advenimiento brutal de la conciencia política a nivel ciudadano (no sólo dentro de la arquitectura), y al fin y al cabo, un buen momento para la crítica, pero solamente para aquélla que saca los martillos para pegar golpes en la cabeza a nuestros decrépitos dioses.

 

Entrevista a Masters of Concrete. 1ª parte

 

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