Por Gonzalo Aparicio Rodríguez, Alumno del Máster en Neurociencia de la UAM
Luis Rojas Marcos (Sevilla, 1943) estudió medicina y se especializó en psiquiatría. Ha logrado una laureada carrera, ejerciendo a partir de 1992 como jefe de los Servicios de Salud Mental y posteriormente como director del Sistema de Sanidad y los Hospitales Públicos de Nueva York. Actualmente, es profesor de Psiquiatría y director ejecutivo de “Médicos Afiliados” de Nueva York, actividades que compagina con la práctica clínica y la escritura.
Estudió medicina en Sevilla y se especializó en Psiquiatría en Nueva York. ¿Por qué eligió la Psiquiatría?
Es una buena pregunta, porque la Psiquiatría entonces no era una especialidad muy popular en Medicina. La elegí porque siempre me ha interesado mucho cómo funciona el cerebro humano, los sentimientos, por qué la gente hace cosas, qué les motiva a vivir y a funcionar en el día a día. No tuve ninguna duda desde que ya pensaba en ser médico.
Era director del Sistema de Sanidad en los Hospitales Públicos de Nueva York en 2001 cuando tuvieron lugar los atentados del 11-S. ¿Cómo ayudan esas vivencias a usted y a la ciudad de Nueva York en el contexto actual de pandemia?
El 11-S fue rápido, visual y aterrador. Aprendimos aquel día que es importante tener una buena información y aquello ¡era tan visible…! El coronavirus es diferente, es invisible, y la información que hemos recibido fue confusa al principio. Pero hemos aprendido que la información es importante. Después de que haya pasado la tragedia, aprendemos de ella, e incluso hay personas que experimentan lo que llamamos en Psiquiatría el crecimiento postraumático, dicen “mira aquello fue terrible, pero yo aprendí algo” o “descubrí cualidades que no sabía que tenía”. Para la pandemia también va a ocurrir, pero hay que esperar a que pase para poder entender qué hemos aprendido.
¿Qué tienen estos tiempos que hacen peligrar nuestro bienestar?
La incertidumbre, el no saber. El sentido de futuro es fundamental, un porcentaje muy alto de lo que hablamos tiene que ver con el futuro… qué vamos a hacer el fin de semana, qué vamos a hacer cuando mis hijos, o mis nietos, en mi caso, crezcan… El futuro forma una parte esencial de nuestra salud y de nuestro bienestar. Cuando el sentido de futuro se resquebraja, como ha ocurrido con la pandemia, supone un reto muy importante. Tenemos que pensar en el aquí y el ahora, qué voy a hacer hoy. Desde que empezó la pandemia, el enfocar el aquí, el ahora, el presente, es un cambio muy importante y creo que es quizás uno de los grandes retos de estos tiempos.
¿El dolor nos ayuda de alguna forma?
El dolor en sí no tiene utilidad. El sufrimiento no nos hace mejores. Es la lucha por superar ese sufrimiento lo que nos descubre aspectos positivos de nosotros mismos y nuestra capacidad para superar las adversidades. El dolor es como un sentido, como la vista, es un aviso de que algo ocurre y que tenemos que prestar atención.
¿Nos ayuda el optimismo a evitar el malestar?
En realidad, el optimismo tiene mala fama. Sobre todo en Europa, por influencia de los filósofos, que lo veían como un síntoma de ignorancia. Sin embargo, hace unos 20 o 25 años empezamos a estudiar el optimismo desde un punto de vista más científico, evaluando su significado. Y hemos visto que la persona optimista tiene más probabilidades de superar una adversidad porque pone el centro de control dentro de ella misma: “Yo puedo hacer algo por programarme mi vida y superar esa situación”. Va unido a lo que llamamos la esperanza activa, es decir, en situar el control dentro de uno mismo. Esto es fundamental: “voy a poner el control dentro de mí, pero además espero conseguirlo”. Esa dosis de esperanza es fundamental y uno de los factores que caracteriza la perspectiva optimista.
¿Podemos entrenar el optimismo?
Lo podemos entrenar, pero lo primero y lo más importante, es darnos cuenta de cuál es nuestra perspectiva ante una situación que requiera un esfuerzo. Desde estudiar para un examen a superar una situación difícil. Tendremos que preguntarnos ¿yo puedo hacer algo? ¿puedo tomar el control? ¿tendemos a tener esperanza en que lo vamos a conseguir? Si esos son factores del optimismo, voy a ver del 0 al 10 cómo los tengo. Una vez que nos hemos “diagnosticado”, es posible entrenarnos o educarnos a nosotros mismos. Ante cualquier situación, pensar que “puedo hacer algo para organizar mi vida de forma que, por ejemplo, esta pandemia no me afecte hasta el punto de destruir mi estado de ánimo”. Se puede tratar de ser, por ejemplo, solidario. Está demostrado que las personas que, en un proceso de urgencia o de problema, ayudan a otras personas, resisten mejor el pánico, porque están enfocando su atención no solamente en salvarse, sino en salvar a otra persona y tienden a superar las adversidades mejor.
En su último libro, habla sobre la importancia de informarse y mantenerse al día de las cosas que ocurren. ¿De qué manera nos ayuda anímicamente informarnos?
La información nos va a permitir establecer prioridades y tomar decisiones ante una situación. La buena información es fundamental. Sin una información fiable y clara lo tenemos muy difícil a la hora de superar cualquier tipo de desastre, incluyendo la pandemia, para la que tardamos en tener información fiable y clara. Eso no ayudó. Ahora la información es más fiable y más clara en cuanto a lo que podemos hacer para protegernos, como las vacunas. Ante cualquier situación, sobre todo si hay una crisis de cualquier tipo, la información es fundamental, porque necesitamos saber cuál es el problema.
Lleva corriendo la maratón de Nueva York durante 26 años seguidos, ¿Qué le aporta?
Corro y camino también. En noviembre pasado (2021) terminé el maratón, lo terminé en 6 horas y 6 minutos. Como decía Martin Luther King, “si no puedes volar, corre; si no puedes correr, anda; si no puedes andar, gatea; pero hagas lo que hagas, trata de llegar a la meta y de conseguir lo que te propones”. Pues esa es mi filosofía con el maratón: ando, hablo, escucho música, y al final cruzo la meta. Y la verdad es que me ha ayudado, no el maratón en sí, sino el entrenamiento previo. Como sabes, la actividad física es muy buena para el cuerpo y para la mente también. Y en ese sentido, estoy contento.
Y en esta línea, ¿cómo considera que tiene que ser nuestro ocio para que nos ayude a sobrellevar las malas situaciones?
El ocio es fundamental. Ocuparlo con actividades placenteras como una buena comida, un paseo por el parque, pintar, cantar, bailar, en fin… muchas actividades dependiendo de las aficiones y las cosas que te hacen sentir bien. El tiempo de ocio cada día es más importante. Organizarnos y buscar actividades que nos unan a otras personas. Un aspecto del ocio muy, muy saludable, muy útil, es hablar. Y hablar a solas también funciona.
¿Cómo nos ayuda hablar solos?
Yo comprendo que esto es algo que no nos lo enseñan. Es curioso, de niños nos dicen pide las cosas por favor, no interrumpas…. Te enseñan a hablar con otras personas, a comunicarte. Pero no te dicen: cuando te hables a ti mismo, porque todos nos hablamos a nosotros mismos, háblate con comprensión, háblate con cariño, ayúdate a esa autoestima. No nos atrevemos a hablarnos, porque existe la creencia de que la persona que habla a solas, sobre todo si lo hace en alto, es que está mal. Pero es muy útil.
Defiende que las relaciones son una de nuestras principales fuentes de felicidad y de bienestar…
Hay personas que se sienten solas, aunque están rodeadas de personas. Es un sentimiento como de aislamiento, de abandono hasta cierto punto. Y otras personas que buscan la soledad. Ahora lo que yo necesito es unos minutos solo porque, después de esta entrevista con Gonzalo (ríe), tengo que recuperar la tranquilidad. Pero la soledad que no buscamos es muy angustiante, porque a menudo va unida a la tristeza, al sentirnos mal con nosotros mismos… ¿Qué habré hecho para estar solo, para que nadie quiera estar conmigo? Hay enfermedades como la depresión, por ejemplo, donde la persona deprimida busca el aislamiento porque no cree que pueda aportar nada. La persona deprimida empieza por ese desprecio hacia uno mismo. Para mí es una de las peores enfermedades que existen. La depresión te roba la esperanza, y sin esperanza, es muy difícil vivir.
En los últimos años, la salud mental ha empezado a dejar de estar tan estigmatizada socialmente, pero ¿cuáles son las barreras que les quedan por derribar a la salud mental y a ustedes como profesionales?
Creo que has dado en el clavo. El estigma que marca la enfermedad mental y a los enfermos mentales hace un daño tremendo. La persona que podría recuperar su situación y podría buscar ayuda, no va al psiquiatra porque no quiere que piensen que es débil, o porque no quiere que piensen que puede ser peligroso, o que sabe lo que hace. El estigma ha hecho y continúa haciendo muchísimo daño. Aunque mejorado mucho la perspectiva de buscar ayuda para problemas mentales hoy día. Aquí, por ejemplo, en Nueva York, la gente va con mucha frecuencia a buscar ayuda de terapeutas y hay personas que incluso presumen de ello. En Estados Unidos cada día se acepta más buscar ayuda por temas emocionales.
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