Por María Galán Vázquez, Alumna del Máster en Neurociencia de la UAM
Alfonso Araque, doctor en Biología por la Universidad Complutense de Madrid (1992), comenzó su carrera investigadora con el electrofisiólogo Washington Bruño en el Instituto Cajal-CSIC (Madrid). Durante su postdoctorado con Philip Haydon (Iowa, EEUU), formuló la hipótesis sobre la implicación en las sinapsis de los astrocitos, unas células cerebrales estrelladas. Posteriormente, como profesor de investigación del Instituto Cajal lo demostró definiéndolo como sinapsis tripartita. Actualmente, desde la Universidad de Minnesota (Minneapolis, EEUU) continúa estudiando el papel de los astrocitos en el funcionamiento fisiológico y patológico del cerebro.
Fue autor principal de un trabajo que hizo historia en 1998, en el que demostró que los astrocitos estaban implicados en la sinapsis, ¿podría explicar cómo surgió la idea de investigarlo?
Surgió como muchas veces surgen las cosas: con una idea muy loca y mucho atrevimiento. Cuando llegué a EEUU para realizar el postdoctorado pensé que me había equivocado. Si habíamos estudiado el cerebro durante 100 años y nadie había dicho nada de los astrocitos, quizás era porque no había nada que decir.
Recientemente, había publicado un trabajo sobre la posibilidad de que los astrocitos liberasen glutamato en cultivo, y pensé que si era así, podrían regular las sinapsis. El laboratorio de Haydon estaba utilizando una técnica nueva de imagen de calcio para estudiar el funcionamiento neuronal. Entonces pensé que combinarlo con electrofisiología sería bueno. Al principio tenía miedo, de hecho el propio Haydon me propuso un proyecto alternativo por el fracaso previo de otros investigadores. Finalmente, los experimentos salieron bien. Todo fue gracias a la formación que Bruño me dio como electrofisiólogo; en ciencia no solo hay que mirar, también hay que saber ver.
¿Qué impacto cree que ha tenido en el funcionamiento del cerebro?
Espero que mucho. Yo sólo desvelé que los astrocitos estaban cumpliendo un papel importante en la sinapsis, pero desvelar este hecho supuso un cambio. Al principio, muchos no me creían. Un colaborador mío tiene una frase: “la primera aproximación frente a un nuevo hecho en ciencia es la de mofarse”. Eso me pasó.
¿Qué influencia tuvieron Washington Bruño y Philip Haydon en su carrera científica?
Fueron mis mentores. Resulta fundamental que trasmitan la alegría por la ciencia, algo que Washington Bruño hizo muy bien. Le debo lo que soy porque supo trasmitirme el placer, el conocimiento, la pasión y el entusiasmo por la ciencia, así como las enseñanzas científicas. Philip Haydon también me trasmitió ese placer de investigar durante mi postdoctorado.
¿Conocer la comunicación neurona-astrocito podría favorecer el desarrollo de nuevas terapias?
Este el deseo último. Llevamos estudiando las neuronas 100 años y los éxitos han sido escasos. A lo mejor los astrocitos pueden ser dianas terapéuticas más fáciles.
¿Qué motivo que se marchase a la Universidad de Minnesota?
Primero, fue por mis hijas. Veraneábamos en Minneapolis y cuando me lo propusieron pensé que podría ser una buena oportunidad para ellas. Después, aun siendo profesor de investigación del Instituto Cajal y estando tremendamente a gusto en mi laboratorio, me pareció interesante y acepté el reto. Nunca fue un motivo económico, aunque es cierto que España arrastraba un receso económico por la crisis del 2008, pero allí, aún con medios limitados, he hecho mucha de la mejor ciencia de mi vida.
¿Echa de menos España?
Mucho, pero es la maldición de los científicos. Tenemos la oportunidad de vivir en muchos países, pero se paga un precio: no poder vivir en todos a la vez.
Recientemente, se ha abierto el Centro Internacional de Neurociencias Cajal, dirigido por el Prf. Juan Lerma, ¿puede ser este nuevo centro atractivo para evitar la fuga de talento español?
Sí, sin duda. Un nuevo centro de excelencia es bueno para atraer investigadores, principalmente jóvenes. Es una idea estupenda para aglutinar la mejor neurociencia española. El problema es cómo de atractivo puede ser. La estructura científico-laboral española es lenta, limitada e inflexible. La universidad de Minnesota consiguió el dinero y la plaza en 6 meses, mientras que en España se tiene que proponer una oferta pública de empleo.
Me han dicho que es un buen jugador de ajedrez, ¿sigue jugando en Minnesota?
No todo lo que quisiera. Cuando empecé la carrera lo dejé y es una espinita que hace que cada tanto juegue una partida.
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