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Blogs Ventana al cerebro por Cátedra en Neurociencia

“El entrenamiento cognitivo es esencial en la enfermedad de Parkinson”

Cristina Nombela, investigadora Tomás y Valiente de la Universidad Autónoma de Madrid

“El entrenamiento cognitivo es esencial en la enfermedad de Parkinson”
Cátedra en Neurociencia el

Por Julio E. Cáceres Pajuelo, Alumno del Master de Neurociencia de la UAM

Cristina Nombela es neuropsicóloga y su trabajo se centra en las alteraciones cognitivas de las enfermedades neurodegenerativas, y en especial la enfermedad del Parkinson.

Mucha gente conoce las alteraciones motoras del Parkinson pero poca gente conoce las alteraciones cognitivas, ¿en qué consisten?

Las alteraciones se desarrollan en cinco posibles ámbitos: lenguaje, atención, alteraciones visoespaciales, memoria de trabajo y funciones ejecutivas. Las alteraciones de las funciones cognitivas están muy relacionadas con la capacidad para planificar el día. Y es claramente uno de los aspectos más afectados en la enfermedad de Parkinson, aunque son alteraciones poco evidentes, el paciente va empeorando año tras año.

¿Existen ventanas terapéuticas para el entrenamiento cognitivo en los pacientes?

El entrenamiento cognitivo es esencial en el envejecimiento. No hay ventanas terapéuticas. El entrenamiento cognitivo se puede iniciar en cualquier momento. Es fundamental que las personas con Parkinson se mantenga activas desde el punto de vista físico y cognitivo con actividades que les gusten, desde el primer momento del diagnóstico.

¿La familia y el ambiente puede facilitar este tipo de actividades cognitivas?

Las familias suelen sobreproteger a las personas con Parkinson, y esto contribuye a que hagan menos actividades de las que realmente podrían llevar a cabo. Se hace buena intención, pero al final resulta más perjudicial que beneficioso. En general en las asociaciones se ayuda mucho a los pacientes porque les orientan sobre cosas que pueden necesitar y actividades que le pueden venir bien. Muchos pacientes no quieren ir a las asociaciones porque es una forma de ver cómo vas a estar dentro de unos años. En un 10% de los pacientes la enfermedad de Parkinson avanza muy deprisa y lleva a demencia muy pronto. Estar en contacto con las asociaciones es una forma de ver aquello en lo que puedes convertirte. Y esto resulta muy duro. El paciente necesita mucho ánimo y mucha relación con otras personas, incluida la familia. Se debe potenciar que salga, que lea y que pruebe cosas nuevas, pero hay que acompañarle.

En 2018 participó en un artículo publicado en Frontiers sobre las Mujeres en la escuela de Cajal. ¿Cómo se sintió al descubrir que existieron pero no trascendió su trabajo?

Me sentí sorprendida. Los nombres salieron de las listas que Cajal elaboró sobre sus colaboradores. No lo había advertido nadie, porque no corresponde a la imagen que tenemos de la mujer en aquella época. Este es un ejemplo clarísimo de los sesgos de género y cómo los arrastramos sin advertirlo.

¿Cree que todavía sigue habiendo cierta discriminación hacia la mujer en el ámbito científico?

Seguimos siendo machistas. Los seguimos siendo hombres y mujeres, que arrastramos lo que hemos aprendido. Lo primero es identificarlo para trabajar sobre las medidas a tomar, si no, es imposible. La discriminación hoy es mucho más sutil. Por ejemplo, en los criterios de selección o en los criterios de valoración de un currículum hay mucho trabajo de innovación docente y de carácter social, que se lleva a cabo por mujeres, pero no se valora. Esto pasa porque tenemos aún estándares de investigadores clásicos.

 

LAS NEUROCIENTÍFICAS DE LA ESCUELA CAJAL

La práctica totalidad de los colaboradores de Cajal fueron hombres, aunque un número limitado de científicas desarrollaron parte de su carrera en el seno de la Escuela Cajal. Aquí (Frontiers, 2019) hablamos de estas mujeres y su trabajo en el laboratorio de Madrid. Hemos seguido las carreras de Laura Forster (de Australia/Reino Unido), Manuela Serra, María Soledad Ruiz-Capillas y María Luisa Herreros (todas españolas), a través de sus publicaciones científicas, tanto en la revista fundada por Cajal como en otras, y de otras fuentes documentales. Para completar el cuadro, reseñamos también las trayectorias de otras figuras secundarias que contribuyeron a la producción y funcionamiento del laboratorio de Cajal en Madrid. Mostramos aquí que los albores de la neurociencia española incluyeron una serie de contribuciones de investigadoras que, hasta la fecha, han recibido escaso reconocimiento.

 

 

 

 

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