Por Ariadna Sancha Velasco, alumna del Máster en Neurociencia de la UAM
Algo que casi todos hacemos con soltura sin prestar mucha atención es caminar. Se lo debemos a un tipo de memoria denominada “motora”, que también hace bueno el dicho de que “montar en bicicleta nunca se olvida”. Para los deportistas esta clase de memoria es fundamental, porque les permite “automatizar” la práctica deportiva para prestar más atención a las jugadas de sus rivales y tratar de vencerlos.
Un artículo publicado en diciembre de 2022 en la revista Nature se ocupa precisamente de la memoria motora, que según los autores del estudio, se afianza durante el sueño profundo no REM. La investigación la ha liderado el neurólogo experto en aprendizaje motor Karunesh Ganguly, del Instituto Weill de Neurociencias de la Universidad de California en San Francisco.
Además de las habilidades innatas y los entrenamientos, según este estudio de la Universidad de California, el secreto de la maestría de Alexa Putellas o Leo Mesi a la hora de marcar goles, ya sean o no de penalti, se fragua mientras duermen, en concreto en la fase más profunda del sueño, la de ondas lentas y descanso profundo. En esta fase, denominada de sueño no REM (por contraposición a la etapa de sueño REM -Rapid Eye Movement- en la que tienen lugar las ensoñaciones o sueños) el cerebro “aprovecha” para revisar todas las repeticiones de una determinada acción motora llevadas a cabo durante el día. El objetivo parece ser según, este estudio, descartar los errores cometidos en esos movimientos, “archivando” sólo las acciones más certeras, que pasan a formar parte de la memoria motora.
De esta forma, el cerebro es capaz de convertir la actividad motora certera en algo automático, como montar en bicicleta para la mayoría de nosotros, o estar en el “olimpo de los deportistas”, para Messi, Putellas, Nadal y tantos otros deportistas que además de entrenar duro cuentan una memoria motora muy eficiente que les permite destacar sobre el resto.
Aprendizaje motor
El grupo del Dr. Ganguly en la UCSF descubrió este proceso de refinamiento y bloqueo, para el que se necesita una comunicación muy compleja entre diferentes partes del cerebro. El hallazgo se ha llevado a cabo gracias al estudio de las ondas cerebrales durante el sueño. Para ello, pusieron ratas a realizar una tarea motora (alcanzar granos de comida) y observaron la actividad en tres regiones del cerebro durante el sueño no REM: el hipocampo, responsable de la memoria espacial; la corteza motora, encargada de la planificación, control y ejecución de los movimientos voluntarios; y la corteza prefrontal, que, entre otras funciones, se encarga de la planificación y organización de acciones futuras.
Al cabo de trece días, los investigadores ya pudieron observar un patrón en las ondas cerebrales. Inicialmente, el hipocampo se coordinaba con la corteza motora durante el “aprendizaje rápido”, en un esquema de ondas desorganizadas que daban la impresión de que el cerebro examinaba y comparaba los movimientos llevados a cabo durante la práctica de la tarea.
A medida que las ondas cerebrales se sincronizan, comienza el “aprendizaje lento”, donde los centros de recompensa impulsan las acciones motoras exitosas. En esta etapa, la corteza prefrontal se conecta con el hipocampo y la corteza motora.
Finalmente, el protagonismo del hipocampo va disminuyendo y las acciones que el cerebro interpreta como acertadas y satisfactorias adquieren máxima prioridad y se almacenan como “memoria motora”.
Esta memoria motora sólo es válida en un entorno determinado. Por ejemplo, si Messi tuviera que lanzar un penalti a una portería más pequeña no sería extrapolable. De igual forma, esta memoria se puede desaprender si por algún motivo, como una lesión, se empiezan a cometer errores, lo que se denomina “punto de ruptura”, concluye Ganguly.
Entendiendo el cerebro