Uno de los aspectos más curiosos de nuestra profesión o entretenimiento de ver películas y decir lo que opinamos de ellas es la facilidad con la que nos “confundimos”, y no me refiero (o no especialmente) a meter la pata, sino a que nos confundimos con la película de tal modo que, en vez de hablar de ella, hablamos de nosotros; o sea, que una película “mola” porque tiene, un suponer, un ambiente siniestro y desconcertante, con lo que no descubrimos en realidad ninguna cualidad de la película, sino un aspecto de ella que le resulta atractivo a nuestra personalidad. Y de hecho, al menos entre los habitantes del blog, y sin conocernos, vamos sabiendo por dónde respira uno y otro más que saber de las películas que tratamos. ¿Es o no un aspecto curioso del cine, ése de que descubre y revela al que lo mira?
Dicho lo cual, siempre es grato ver que hay intercambio de “sí mismos” alrededor de los títulos menos intercambiables. No ha surgido aún ese intercambio con la película recién estrenada de “La gran familia española”, que yo creo que abre una gran vía para hablar de sí mismo. Y sé que al proponerlo aquí, prácticamente lo condeno al silencio: dado el habitual espíritu del blog al “otro asunto”, por lo general también muy interesante. Yo, por seguir una cierta tradición, incluiré las críticas de algunas películas recién estrenadas:
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