Son famosas las imágenes del metro de Tokio en que unos revisores enchaquetados y con guantes blancos empujan dentro de los vagones a la multitud, que viaja como sardinas enlatadas durante las horas punta. Tan incómoda situación ha sido utilizada por más de un listillo, y sobre todo por numerosos pervertidos, para aprovechar la cercanía con el fin de poder hacer a hurtadillas y rodeados de gente lo que, posiblemente, les resulta imposible por sí mismos: tocar a una mujer. Por ese motivo, desde hace años funcionan en las líneas más concurridas del suburbano de la capital nipona unos vagones que sólo pueden ser usados por mujeres durante las horas punta. De esta manera, se han evitado los constantes abusos y tocamientos que sufrían muchas viajeras con la excusa del hacinamiento. Y es que el roce no siempre hace el cariño.