Los últimos serán los primeros. En el cielo, así lo promete la Biblia y, en la Tierra, así ocurre en la cumbre del G-20 en Seúl. Al menos en los desfiles de trajes tradicionales representando a los países participantes.
El presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, acude a esta cita en calidad de invitado, igual que otros ilustres mandatarios como el primer ministro de Etiopía, Meles Zenawi, o el presidente de Malawi, Bingu Wa Mutharika. Pero, a tenor de la marcha de indumentarias típicas que ameniza las calles de Seúl, parece que el hombre más poderoso del mundo no es Obama ni Hu Jintao, ni siquiera Merkel, sino ZP. Y es que un torero y una flamenca goyesca, con capote y abanico incluidos, abrían la singular comitiva, por delante del jeque que representaba a los “petrodólares” de Arabia Saudí, del guardia real británico, del “cowboy” americano y del indio canadiense.
Desde su primer encuentro en Washington a finales de 2008, España se ha colado entre las naciones más industrializadas y las potencias emergentes. Aunque la bandera “rojigualda” no aparece en las tazas conmemorativas del G-20 que regalan los organizadores surcoreanos, al menos el tópico del toreo se enseñorea por las calles de Seúl paseando con arte y gracejo el nombre de España. ¿O estará, en realidad, representando a México, que sí es miembro de pleno derecho del G-20?
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