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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

“13 vidas”: Un rescate de película hecho cine

Emocionante y fiel a la realidad, esta película con Viggo Mortensen y Colin Farrell narra el milagroso rescate de los niños atrapados en una cueva de Tailandia que tuvo al mundo en vilo hace cuatro veranos

Pablo M. Díez el

En el verano de 2018, antes de que la pandemia del Covid y la guerra de Ucrania reventaran la globalización, casi todo el planeta estaba absorto en el Mundial de fútbol que se celebraba, ¡cómo han cambiado los tiempos!, en Rusia. Tras la histórica cumbre de Trump y Kim Jong-un en Singapur en junio, empezaba otro verano feliz y había más interés en los partidos que en la aburrida guerra comercial entre Estados Unidos y China. Pero, justo en ese momento, saltó una noticia que nos tuvo en vilo durante tres semanas y, al contrario que en muchas otras ocasiones, acabó bien: el rescate de doce niños y su entrenador de fútbol perdidos en una remota cueva al norte de Tailandia, justo en la frontera del Triángulo Dorado con Laos y Myanmar (Birmania).

Tras su rescate y recuperación en un hospital, los niños atrapados en la cueva de Tailandia comparecieron ante los medios.

Atrapados en una gruta parcialmente anegada a 600 metros de profundidad y cinco kilómetros de la salida, fueron sacados por buzos a través de un laberinto de túneles y pasadizos, algunos inundados y con menos de un metro de anchura, en un auténtico rescate de película. Y en eso, precisamente, se ha convertido este épico salvamento, que ha sido llevado al cine por el oscarizado director Ron Howard (“Una mente maravillosa”, “Apolo 13”, “El Código Da Vinci”). Protagonizada por Viggo Mortensen, Colin Farrell y Joel Edgerton, y escrita por William Nicholson, guionista de “Gladiator”, “Mandela” y “Everest”, la cinta se titula “13 vidas”, se ha estrenado en Amazon Prime Video y es una fiel recreación de aquellos días de infarto que vivimos en la boca de la cueva de Tham Luang.

La cueva de Tham Luang, cerrada durante las tareas de rescate de los niños.

Hasta allí llegamos cientos de periodistas venidos de todo el mundo cuando, nueve días después de desaparecer el 23 de junio, los trece muchachos fueron hallados por dos expertos buzos británicos, Richard Stanton y John Volanthen, que se habían unido a las tareas de rescate. Los doce niños, que tenían entre 11 y 16 años, y su entrenador, de 25, pertenecían al equipo de fútbol local “Moo Pa” (“Jabalíes Salvajes”) y se habían adentrado en la cueva de Tham Luang, principal atracción turística a las afueras de la ciudad fronteriza de Mae Sai. Mientras los chavales exploraban confiados sus grutas, fuera se había desatado una repentina tormenta que inundó sus galerías y los acabó atrapando en el interior. Sin apenas comida, y bebiendo solo el agua de lluvia que se filtraba a través de las rocas, allí fueron encontrados con vida tras más de una semana de angustia entre sus familias, que esperaban a las puertas de la cueva.

El rescate movilizó a miles de soldados y voluntarios venidos de toda Tailandia.

Pero su localización no era el final del drama, sino el principio de otra aventura igual de angustiosa o más: ¿cómo demonios evacuar a los chavales, algunos de los cuales no sabían ni nadar, a través de ese angosto laberinto inundado en el que podían entrar en pánico y ahogarse no solo ellos, sino a los buzos que los iban a salvar? Ese es el argumento de esta película de aventuras que reproduce con mucha fidelidad la tensión que vivían las familias, los amigos y compañeros de clase de los muchachos, las autoridades tailandesas, los submarinistas y los miles de voluntarios que montaron un campamento ante la cueva para achicar con bombas el agua de su interior y ayudar en el rescate.

Ante la boca de la cueva se montó un enorme campamento de la solidaridad para atender y alimentar al dispositivo de salvamento.

Al contrario que en “El gran carnaval”, la cínica obra maestra de Billy Wilder con Kirk Douglas sobre el periodismo y el espectáculo humano de otro rescate agónico, en la boca de Tham Luang se organizó una auténtica feria de la solidaridad. Además de los voluntarios que servían comida, té y café gratis al numeroso personal de salvamento, de toda Tailandia y de todo el mundo llegaron rescatadores, ingenieros, geólogos y hasta magnates con ideas mágicas como Elon Musk, cuyo ego chocó con alguno de los buzos.

Este rescate de infarto con final feliz nos tuvo en vilo durante tres semanas.

Como muy bien recoge “13 vidas”, fue un rescate a contrarreloj por las constantes lluvias del monzón, que amenazaban con inundar aún más la cueva y acabar con el poco oxígeno que tenían los chavales. La misión era tan difícil que un buzo tailandés, Saman Guman, falleció antes del rescate y otro, Beirut Pakbara, después por una infección pulmonar. A ellos está dedicada la cinta, perfectamente ambientada en los bellos campos de arroz de Chiang Rai y sus idílicas montañas, como la que tiene forma de mujer tumbada y alberga la cueva de Tham Luang.

Con el gobernador Narongsak Osottanakorn al frente (en el centro), las autoridades celebraron eufóricas el rescate de los niños.

Además de acudir cada día a las multitudinarias ruedas de prensa en las que el gobernador provincial, Narongsak Osottanakorn, informaba de los pormenores de la misión, allí entrevistamos a la hermana de uno los niños rescatados, “Mick”, al ministro de Turismo de Tailandia, Weerasak Kowsurat, mientras daba ejemplo de su campaña fregando baños públicos, y a las tías del entrenador, Ekapol Chantawong. Aunque se sentía culpable porque el grupo se había quedado atrapado bajo su responsabilidad, los padres le apoyaron por la fuerza que infundió a los muchachos hasta que fueron encontrados. Al igual que otros a tres niños, refugiados sin papeles de la vecina Birmania, el Gobierno le concedió la ciudad tailandesa tras el milagroso rescate, que duró tres días y se dividió en grupos de cuatro, cuatro y cinco personas, respectivamente.

Las tías del entrenador de los “Jabalíes Salvajes” enseñan su foto en los móviles, contentas tras su salida de la cueva.

Su éxito no estuvo exento de polémica porque los trece chicos fueron sedados para sacarlos buceando sin que entraran en pánico. Arrastrados en relevos por un dispositivo de un centenar de submarinistas, recorrieron en unas siete horas los cinco kilómetros hasta la salida, de los que 350 metros se hicieron en agua y, de ellos, 140 buceando. El resto, portados inertes en camillas a través de las angostas grutas que ascendían desde los 600 metros de profundidad a que se encontraban. Con tensión hasta el final, algunas bombas de agua se rompieron en el último minuto, como muestra la película.

El rescate fue festejado por toda Tailandia y, en especial, por los compañeros de clase de los atrapados.

Tras reponerse en el hospital, los “Jabalíes Salvajes” comparecieron a la semana siguiente en otra multitudinaria rueda de prensa en la que demostraron sus habilidades futbolísticas y aseguraron que estar atrapados en la cueva les había “enseñado a ser más fuertes”. Era el final feliz, de película, para un rescate hecho cine.

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