Pablo M. Díez el 04 mar, 2012 Fumiichi Ogawa construye un mausoleo por las almas perdidas del tsunami entre las ruinas de Otsuchi, primera parada del viaje por la Ruta 45 que recorre la devastada costa noreste de Japón. Las olas gigantes arrasaron este pueblo y se tragaron a 1.450 de sus 17.000 vecinos. Para recordarlos, Fumiichi Ogawa ha instalado tres pares de sillas vacías en torno a un túmulo de piedras que, a modo de altar, se ilumina de noche. El conjunto cuenta también con pupitres rescatados de las escuela porque, según explica su autor, “debemos aprender la lección que nos dio la Naturaleza con el tsunami del 11 de marzo del año pasado”. Fumiichi Ogawa recuerda a las víctimas del tsunami y pide donativos para terminar su mausoleo. Ogawa, un jubilado de Nagoya que trabajaba en los Ferrocarriles de Japón, vino como voluntario para colaborar en la reconstrucción del litoral, en la que participan importantes empresas como Takenaka. Conmocionado por la magnitud de la catástrofe, jamás volvió a su casa. Desde hace seis meses, vive en una tienda de campaña en el descampado que es hoy Otsuchi. Para terminar su mausoleo, necesita donativos por valor de 150.000 yenes (1.388 euros). Aunque no se considera un hombre religioso, reza cada mañana y da gracias por vivir un día más. A pocos metros de allí, Tokio Kurosawa, un albañil de 65 años, vigila la demolición de los últimos edificios que quedan en pie en Otsuchi. Ataviado con un chaleco reflectante amarillo y protegido con un casco, contempla cómo las grúas muerden con sus dientes de hierro el derruido esqueleto de una casa de dos o tres plantas que, solitaria, se resiste a desaparecer en medio de un desolado páramo ya limpio de escombros. Kurosawa perdió a su madre y dos hermanos en el tsunami. Sólo encontraron el cuerpo de uno. Las grúas derriban las ruinas de los últimos edificios que quedan en pie en Otsuchi. Tal y como recuerda la placa en el mausoleo por las almas perdidas, el potente terremoto de magnitud 9 sacudió el litoral nipón a las 14.46 de la tarde. Cuarenta y cinco minutos después, vino el tsunami. “Ese día estaba trabajando como guardia de seguridad en un supermercado que acababa de inaugurarse en la vecina ciudad de Kamaishi. Tras el seísmo, pensaron en cerrarlo, pero decidieron dejarlo abierto hasta las ocho de la tarde para atender a los supervivientes, que acudían a comprar artículos de primera necesidad, velas y linternas”, recuerda Tokio Kurosawa, quien se quedó esa noche en el establecimiento. No pudo volver a su hogar hasta la mañana siguiente y lo hizo andando, ya que la carretera estaba llena de escombros, coches destrozados y barcos varados. El barco Showe Maru 72, varado tierra adentro cerca de los astilleros de Otsuchi. Algunos de ellos, como el Showe Maru 72, aún sigue encallados tierra adentro junto a un destrozado instituto de investigación marina. Una ola de 15 metros arrastró su casco de 120 toneladas, que se estrelló contra casas y coches hasta que finalmente aterrizó en la falda de una montaña. Otros temas Tags almascostaJapónmausoleootsuchiperdidasreconstruccionterremototsunami Comentarios Pablo M. Díez el 04 mar, 2012
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