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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Postales al futuro en Shanghái

Pablo M. Díez el

Casi siempre para fardar de los viajes que hace uno y darle envidia a nuestros amigos y familiares, las postales se suelen mandar de un lugar a otro. Pero en China también se pueden enviar en el tiempo, que es lo que hace una pequeña tienda de Shanghái llamada Csky. Como todavía no se ha inventado la máquina del tiempo que, al menos en su imaginación, creara H.G. Wells, de momento no pueden remitirlas al pasado – que todo se andará –, pero sí al futuro.

La tienda Csky ya guarda más de un millar de postales para enviarlas cuando llegue la fecha.

Por 10 yuanes (1,2 euros) la postal, más un extra que depende del tiempo que tarde en enviarse, las simpáticas dependientas de Csky se comprometen a guardarla en un sobre y echarla al correo llegado el momento. Mandarla al cabo de un año cuesta 55 yuanes (6,7 euros), 70 yuanes (8,5 euros) si son dos, 85 yuanes (10,3 euros) en caso de que haya que esperar tres y 100 yuanes (12,2 euros) para que llegue a los cuatro. Cada año, el precio sube 15 yuanes (1,8 euros) para cubrir los gastos de franqueo, incluso al extranjero, y el almacenamiento en la librería de la tienda, que está abierta desde 2008 en los coquetos y carísimos callejones de moda que pueblan la zona de Taikang.

“Siempre me ha gustado mucho viajar y enviar postales, pero me dí cuenta de que solo se podían mandar en correo exprés para que llegaran a la mañana siguiente o en el normal, que dura varios días. No había manera de remitirlas para que llegaran al cabo de unos meses o unos años”, explica la dueña del establecimiento, Zhu Heqing, cómo se le ocurrió tan singular idea.

Como la primera, y probablemente única, tienda de postales al futuro, Csky guarda ya un millar de cartas en las abarrotadas estanterías de su segunda planta, donde también se puede tomar un café o un refresco mientras se escriben unas letras. Desafiando al paso del tiempo, la postal de mayor duración es para dentro de 31 años.

Postales esperando a ser enviadas al futuro.

Según detalla una de las dependientas, “la mayoría son cartas que cada cliente se dirige a sí mismo, pero también se envían a familiares o amigos. Además, hay casos especiales, como el de una pareja que vino aquí antes de casarse y, luego, al quedarse la mujer embarazada, volvieron y le enviaron una postal al bebé para cuando naciera”.

Para elegir, los clientes tienen una amplia colección de postales antiguas llegadas de todos los rincones del mundo y de fotografías que ha tomado el propio equipo de la tienda en Shanghái o en alguno de sus viajes. Mientras rebusca en una caja, “Shasha” Zhao, una ingeniera eléctrica de 26 años, confiesa que quiere escribir “una postal a cuatro años vista contando cuáles son mis sueños y ver si se cumplen o no”. En caso de que no se materialicen sus aspiraciones, la joven asegura que no tiene miedo a comprobar su fracaso porque “será una buena lección de la vida”.

En estos tiempos frenéticos de correos electrónicos y móviles con internet, en los que se puede enviar al segundo y gratis una foto tomada en la otra parte del mundo, las postales parecen un vestigio del pasado que, sin embargo, quieren seguir llegando al futuro.

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