Pablo M. Díez el 24 oct, 2011 Tras siglos de nomadismo, un campista subyace bajo la piel de cada mongol. Para sobrellevar interminables viajes por la inmensidad nevada de la estepa a 30 grados bajo cero, nada más reconfortante que una sopita de sobre calentada en un hornillo de gas en el asiento trasero de un todoterreno. Hasta aquí todo cuadra, pero lo que me sorprende es que la sopa elegida sea de una conocida marca española, Gallina Blanca, que ha llegado hasta tan lejanas y exóticas latitudes. Desde mis tiempos de universitario fuera del hogar familiar, en los que escaseaba la cocina casera dado mi poco apego a los fogones, no me tomaba uno de estos consomés instantáneos, pero sí que calienta el cuerpo mientras lo único que se escucha alrededor es el viento soplando en la vasta y desierta estepa. Y después del almuerzo, regado por supuesto con vodka, un cigarrito para el pecho, también de otra conocida marca española que ha conseguido introducirse en el mercado mongol gracias a la tan cacareada globalización: Fortuna, normal y “lights”. Una comida, en definitiva, como en casa a pesar de estar a miles de kilómetros de España. Otros temas Tags blancacigarroestepafortunagallinaglobalizacionmongolianievenomadassopa Comentarios Pablo M. Díez el 24 oct, 2011
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