Pablo M. Díez el 24 ene, 2008 Nada más aterrizar ayer en Japón, la Policía me fichó en la aduana tomándome las huellas dactilares y haciéndome una fotografía seguramente no demasiado agraciada de mi adormilada y exhausta cara después de catorce horas de vuelo desde España, con escala en Zurich. Pero no se asusten porque, de momento, no me ha dado tiempo a hacer ni escribir nada tan malo sobre el imperio del Sol Naciente que obligue a la Policía a detenerme y, esta vez sí, concluir la sesión fotográfica con la típica toma frontal y de perfil que les hacen a los delincuentes en las películas americanas y en las que tantas veces hemos visto a las estrellas más borrachas de Hollywood. Lo cierto es que mi fichaje no fue nada especial, ya que, desde el pasado 20 de noviembre, los agentes de Inmigración toman las huellas de los dedos índice derecho e izquierdo y una foto de todos los turistas y residentes extranjeros que entran en Japón. Como no podía ser de otra manera, la implantación de dicha medida de seguridad, que en teoría tiene como objetivo prevenir el terrorismo internacional en Japón, ha causado una gran polémica entre los dos millones de expatriados que viven en el archipiélago nipón de los cuales el 40 por ciento son residentes permanentes y ha levantado ampollas entre los grupos defensores de los derechos humanos. Es discriminatoria porque sólo afecta a los extranjeros y puede generar xenofobia al identificar a los terroristas con extranjeros, criticó en su momento Sonoko Kawakami, una responsable de Amnistía Internacional en este país. Además de los propios japoneses y de los diplomáticos extranjeros, se librarán de ser fichados los menores de 16 y los coreanos y chinos que tienen el estatus de residentes permanentes especiales, ya que muchos de ellos son descendientes de los prisioneros que el Ejército nipón trajo a la isla durante la Segunda Guerra Mundial para realizar trabajos forzados. Después de aquellas vejaciones, torturas y malos tratos, registrar a los hijos y nietos de estos infortunados habría sido considerado una nueva humillación. Mientras tanto, el Gobierno nipón se ha propuesto conjugar tal iniciativa con una campaña de promoción para aumentar el número de turistas que visitan cada año Japón, que fueron 6,7 millones de personas en 2006. Evidentemente, dicha campaña obvia el detalle de ser fichado al llegar a la aduana y también el tiempo que los extranjeros deben esperar en la cola hasta conseguir su visado para entrar en Japón. Otros temas Tags aduanaaeropuertoamnist a internacionaldiscriminaci nextranjerosfronterahuellas dactilaresjap ntokioxenofobia Comentarios Pablo M. Díez el 24 ene, 2008
Entrevista íntegra a la Nobel de la Paz María Ressa: “Las elecciones de Filipinas son un ejemplo de la desinformación en las redes sociales”