Pablo M. Díez el 11 dic, 2008 El Mercado del Plástico, como lo llamaban los soldados españoles que conocí cuando estuve en Afganistán, es el bazar de Kabul, donde uno puede acudir para comprar cualquier cosa que necesite. Un barrio entero de tiendas y cuchitriles en medio de las ruinas convertido en un gigantesco mercado. Por un puñado de monedas, los porteadores niños de corta edad transportan en sus carretillas las más diversas mercancías, sorteando los socavones de unas calles enfangadas y donde el barro se acumula junto a la basura. Pero incluso en este lugar, tan frío y gris en el crudo invierno afgano, hay sitio para el color de la mano de las jugosas frutas y de las especias que se venden en sus abigarrados puestos. Junto a ellos, los tenderetes de carne muestran el género a los clientes y, ante la mirada hipnotizada de los hambrientos niños, algunos restaurantes sirven en barbacoas callejeras sus especialidades locales, los pinchitos de cordero acompañados del típico pan musulmán (nan). Y, en medio de este sobrecogedor escenario, las mujeres, enjauladas aún en sus burkas, siguen moviéndose como fantasmas de un pasado no tan lejano y que podría volver a repetirse en Afganistán siete años después de la caída del régimen talibán. Otros temas Tags bazarkabulmercadopinchitosplasticoporteadorespuestosrestaurantestiendas Comentarios Pablo M. Díez el 11 dic, 2008
Entrevista íntegra a la Nobel de la Paz María Ressa: “Las elecciones de Filipinas son un ejemplo de la desinformación en las redes sociales”