Pablo M. Díez el 24 ago, 2011 Cuando era niño, mis padres me recomendaban más libros y menos televisión porque decían que comía el coco. Y eso que tuve la suerte de criarme con solo dos cadenas donde ponían de todo. No como ahora, que hay infinidad de canales sin ofertas que los diferencien y por donde desfilan siempre los mismos personajes para contar entre gritos con quién se han acostado el fin de semana. ¡Menos mal que me libré de semejante esperpento! En Asia, el mismo peligro de comedura de coco lo tienen ahora los móviles, a los que el personal está enganchado para hacer de todo menos llamar por teléfono: navegar por internet, jugar, escuchar música y hasta ver la televisión, como mata el tiempo esta joven surcoreana en una cafetería de Seúl. Por supuesto de una famosa franquicia americana, porque en este mundo globalizado cada vez quedan menos establecimientos que no formen parte de cadenas internacionales. En China, y supongo que en casi todos los países más o menos desarrollados, las parejas se sientan a cenar en los restaurantes y se pasan la velada sin dirigirse la palabra, enfrascados en sus móviles uno frente al otro. En el metro o en el autobús, la multitud suele andar absorta en la pequeña pantallita que llevan en la mano y toquetean con los dedos como si el teléfono fuera una extensión más de su cuerpo. Ahora es el móvil el que come el coco, y con televisión aún más. Otros temas Tags chinacococomercoreamoviltelefonotelevision Comentarios Pablo M. Díez el 24 ago, 2011
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