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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

El gran éxodo de China

Pablo M. Díez el

El Año Nuevo Lunar es la fiesta más importante de China. Oficialmente establece siete días de descanso (2-9 de febrero), pero los chinos suelen alargar las vacaciones hasta las tres semanas porque se trata de la única fecha del año en que los emigrantes rurales que trabajan en las ciudades vuelven a casa para reunirse con sus familias, a las que además llevan los ahorros de los últimos doce meses. Son más de 300 millones de campesinos que han dejado sus hogares en las provincias agrícolas del interior, como Henan, Anhui o Sichuán, para buscar un futuro mejor en las costeras regiones industriales de Cantón (Guangdong) y Zhejiang y en grandes ciudades como Pekín y Shanghái. Por sueldos de entre 100 y 200 euros mensuales, sus manos construyen los rascacielos de la nueva China del progreso y la modernidad, ensamblan todo tipo de artículos en las cadenas de montaje de la “fábrica global”, cocinan en los restaurantes y barren las calles.

Con sus fardos y “chaquetas Mao”, un grupo de “mingong” espera a coger un tren en la estación de Jiayuguan (Gansú)

En el mayor movimiento migratorio del planeta, 230 millones de “mingong” (“currantes”) cargados con fardos de ropa y regalos aguantan durante horas colas masivas en las atestadas estaciones y abarrotan los trenes que circulan por los 91.000 kilómetros de líneas ferroviarias que conectan China de punta a punta. De Pekín a Chengdú o de Guangzhou a Urumqi, son viajes de hasta dos días de duración que los emigrantes internos soportan en vagones hacinados a base de “noodles” instantáneos con una resignación sólo posible en China. Al final del trayecto les esperan sus seres queridos y las únicas vacaciones de las que disfruta el combustible humano que hace moverse a China a velocidad de vértigo.

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