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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Crisis en la “fábrica global”

Pablo M. Díez el

En su condición de “fábrica global”, la crisis económica ha impactado de lleno en China debido a la caída de las exportaciones por la drástica reducción del consumo en todo el mundo. Sin embargo, los efectos del “tsunami” financiero han sido más fuertes en las clases bajas que en la clase media, especialmente en los “mingong”, como se denomina en mandarían a los emigrantes rurales que habían empezado a salir de la pobreza trabajando en las fábricas de industrializada costa.
Desde que estalló la crisis tras los Juegos Olímpicos de Pekín, en las provincias manufactureras de Guangdong, Fujian, Jiangsu y Zhejiang se han perdido 20 millones de empleos al cerrar más de 67.000 fábricas y los trabajadores han tenido que volver a sus paupérrimos pueblos en las regiones agrícolas de Sichuan, Henan, Hunan o Anhui.

Uno de ellos es Zhang, un campesino de Hebei que ganaba poco más de 100 euros por interminables turnos de diez horas diarias en una empresa textil de Dongguan, cerca de Shenzhen y Hong Kong. Junto al resto de sus 300 compañeros, fue despedido cuando la firma entró en quiebra y ahora intenta ganarse la vida en el “mercado negro” del trabajo de la calle Liuli Qiao, en Pekín.
Cada día, aquí se reúnen desde el amanecer cientos de personas, la mayoría obreros sin cualificar, que portan unos cartelitos donde anuncian sus oficios: pintor, albañil, carpintero, electricista, fontanero, herrero, cocinero “pero sólo de platos fríos”…
“Si tenemos suerte y nos contratan para hacer alguna chapuza, podemos ganar al día entre 20 y 40 yuanes (entre 2,5 y 4,5 euros), pero encontrar un buen tajo es ahora mucho más difícil que antes de los Juegos”, se queja Wang, quien ya no puede seguir enviando dinero a su familia en el campo y se ve obligado a dormir en el vestíbulo de la cercana estación de trenes del Oeste porque no tiene donde caerse muerto.

También se han visto muy afectados por la crisis los siete millones de licenciados que salen cada año de las universidades chinas, que tienen muy complicado encontrar un empleo y abarrotan las ferias de trabajo. Una empresa de calzado puso en internet un anuncio laboral y casi un millar de personas respondieron tan sólo en la primera hora.
De momento, la clase media no ha resultado tan perjudicada porque, a pesar de estar conformada ya por unos 400 millones de personas, es sólo una minoría urbana en un país eminentemente rural con 800 millones de campesinos. En las ciudades, y al contrario de lo que ocurre en las fábricas, las empresas están limitando al máximo los despidos y han optado por recortar las jornadas laborales y los sueldos.
Pero eso no significa que la crisis no se haya cobrado sus víctimas entre la emergente clase media urbana china. Liu Zhang, un ingeniero enriquecido al amparo del “boom” de la construcción y el crecimiento económico, invirtió todos los ahorros de su vida (unos 200.000 euros) en la Bolsa como si fuera una apuesta en un casino. “He pedido el 70 por ciento de mi dinero”, confiesa apenado el ingeniero, que ha tenido que marcharse a Wenzhou, en la provincia de Zhejiang, porque ya no encuentra trabajo en Pekín. “El 60 por ciento de mis compañeros de promoción está en el paro”, explica Liu, quien antes ganaba un sueldo de unos 4.000 euros y ahora apenas puede reunir unos 1.000 al mes. Aun así, sigue siendo afortunado en un país donde los salarios urbanos medios oscilan entre los 200 y 300 euros.

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