Pablo M. Díez el 06 sep, 2012 Comunismo y “glamour” no suelen ir de la mano, pero eso no significa que a los grandes dictadores rojos, como Mao Zedong, no les gustase la buena vida ni tomarse unas merecidas vacaciones tras exterminar a varios millones de chinos con sus “saltos adelante” y sus “revoluciones culturales”. Cuando levaba anclas de su fortaleza en Zhongnanhai, junto a la Ciudad Prohibida, el “Gran Timonel” ponía rumbo a Beidaihe. Antiguo lujo para los gerifaltes del régimen, Beidaihe ha sido hoy colonizado por la emergente clase media china. Enclavado a unos 280 kilómetros de Pekín en la bahía de Bohai, este pequeño pueblo pesquero de la provincia de Hebei había sido descubierto a finales del siglo XIX por los ingenieros británicos que intentaban implantar el ferrocarril en China. Para huir del asfixiante calor que reinaba en la capital durante el verano, los diplomáticos extranjeros construyeron coquetas cabañas de estilo colonial con tejados a dos aguas y “bungalows” de madera junto al mar. Bajo los bosques de pinos y cipreses que recorren la costa, desgraciadamente diezmados por la creciente urbanización que ha traído el progreso chino, las postales en sepia de principios del siglo pasado retratan un ambiente más propio de Nueva Inglaterra que del Lejano Oriente. Tras la derrota de los japoneses en la Segunda Guerra Mundial y el triunfo de la revolución comunista frente al Kuomintang, Mao Zedong fijó aquí su residencia de verano. Según cuenta su médico personal, Li Zhisui, en el libro “La vida privada del presidente Mao”, los altos cargos del Partido Comunista se reunían en Beidaihe para conspirar en las intrigas del poder que acabaron con muchos de ellos purgados o ejecutados. Con unas aficiones marcadamente burguesas, al “Gran Timonel” le gustaba relajarse nadando o releyendo su “Libro Rojo” a la brisa del mar, mientras su humilde pueblo se moría de hambre. Alrededor de su mansión florecieron sanatorios para los veteranos de guerra y los trabajadores modélicos de las fábricas estatales, además de una “casa de huéspedes” para los asesores soviéticos que le aconsejaban hasta que las relaciones entre los dos países se deterioraron por el revisionismo de Jruschov. Las casas de estilo colonial pueblan la costa de Beidaihe. Tras la muerte de Mao en 1976, sus sucesores siguieron reuniéndose cada verano en Beidaihe hasta que, en 2003, el presidente Hu Jintao decidió suspender tales cónclaves estivales. Oficialmente, para dar una mayor imagen de austeridad, pero a nadie se le escapa que la masificación de Beidaihe influyó para que los jerarcas comunistas buscaran destinos más retirados y placenteros como la isla tropical de Hainan. En la actualidad, y gracias al ascenso de la clase media que ha provocado el imparable crecimiento del país, decenas de miles de chinos abarrotan cada verano las playas de la Roca del Tigre y de Zhongdaihe. Encorsetados en trajes de baño que parecen de los años 60, inundan las cada vez más sucias aguas de Beidaihe agarrándose a los neumáticos que usan como flotadores. Junto a ellos, hay ya tantos turistas rusos que los hoteles y restaurantes de marisco que pueblan el decadente paseo marítimo han incluido el alfabeto cirílico en sus letreros y cartas. Si Francia luce la Costa Azul, la nueva China capitalista se relaja en la Costa Roja de Mao. Añejos trajes de baño para darse un casto remojón y no dejar nada a la vista. El "top less" aún no ha llegado a China. QUÉ VER: Las playas y el cercano tramo de la Gran Muralla en Shanhaiguan. DÓNDE COMER: En los restaurantes de marisco o en el clásico Kiesslings, una añeja pastelería austriaca abierta en los años 30. Dongjing Lu. Beidaihe. (00 86) 0335 404 1043. DÓNDE DORMIR: En las villas y suites de las Casas para Misiones Diplomáticas. 1, Bao´san Lu. Beidaihe. (00 86) 0335 428 0600. E-mail: bdhdhotel@yahoo.com.cn Otros temas Tags beidaihebohaichinaciudad prohibidacolonialcomunismocostagran timonelhotelesmao zedongmarplayarefugioturismoveraneozhongnanhai Comentarios Pablo M. Díez el 06 sep, 2012
Entrevista íntegra a la Nobel de la Paz María Ressa: “Las elecciones de Filipinas son un ejemplo de la desinformación en las redes sociales”