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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Alta tecnología para salvar a la ópera china

Pablo M. Díez el

El libreto original de “El Pabellón de las Peonías”, una de las obras del siglo XVI más representativas de la ópera china, constaba de 55 actos y su representación se alargaba durante varios días. Para hacer más asequible al público moderno esta pieza, que ejemplificaba como ninguna la refinada y antiquísima escuela Kunqu, recientemente se estrenó una versión mucho más corta que tenía 27 actos y duraba “sólo” nueve horas. Su puesta en escena, dividida a lo largo de tres noches para no cansar demasiado a la audiencia, fue un rotundo éxito al representarse en el Festival Internacional de Música de Pekín, pero no consiguió invertir la progresiva decadencia que viene sufriendo desde hace décadas este arte tan atractivo como complejo, declarado en 2001 patrimonio “oral e intangible” de la Humanidad por la UNESCO.

Aunque los orígenes de la ópera china, de la que todavía perduran 262 tipos repartidos por todo el país, se remontan 800 años atrás, la actual escuela de Pekín nació en 1790 con motivo del cumpleaños del emperador Qianlong. Para esta celebración, llegaron a la capital varias compañías procedentes de las provincias de Anhui, Shaanxi y Sichuan que, con su estilo bullicioso y populista, acabaron con la hegemonía de la ópera Kunqu, una modalidad surgida siglos atrás en Jiangsu que había destacado por su elegancia y refinamiento. Desde entonces, la ópera china ha combinado el verso, la prosa, el canto, la música y las acrobacias para representar unas historias con fuerte carga social a través de varios personajes estereotipados. Entre ellos, destacan el venerable anciano, el joven y acrobático héroe, el villano con la cara pintada, el bufón y la mujer, cuyos papeles fueron interpretados por hombres hasta 1930 porque la sociedad china tenía a las actrices en tanta consideración como a las prostitutas. De hecho, algunos de los astros más rutilantes de la ópera china han sido actores como el célebre Mei Lanfang, quien desde 1920 hasta 1940 recorrió medio mundo interpretando y cantando arias como una fémina y cuya profesionalidad artística fue alabada hasta por Charlie Chaplin.

Pero, de las 367 clases de ópera tradicional que se interpretaban en China a finales de los años 50, más de un centenar han dejado de representarse en la actualidad y la mayoría de ellas se han extinguido para siempre. Prohibidas durante la época comunista, estas singulares obras, que combinan el teatro y la música con las acrobacias y los mensajes morales, sufrieron los nefastos efectos de la “Revolución Cultural” por no servir a las necesidades de las masas. Así, numerosas escuelas repartidas por todo el país se vieron obligadas a cerrar sus puertas y los actores más prominentes de los diversos tipos de óperas chinas tuvieron que refugiarse en el cine o en el teatro de corte popular auspiciado por el régimen para adoctrinar al proletariado.

Más tarde, cuando todo parecía indicar que la apertura económica del gigante asiático iba a contribuir a su florecimiento, la ancestral ópera china, con más de 800 años de historia, se encontró con el rechazo de una sociedad volcada en el consumismo y la modernidad y más interesada por emular a Occidente que por recuperar sus raíces culturales. Como consecuencia del potente pero desigual crecimiento del país, decenas de obsoletos y cochambrosos teatros han sido demolidos y, en su lugar, se han alzado imponentes y lujosos rascacielos para acoger a las miles de empresas que han invadido China en busca de su inabarcable mercado y de su irrisoria y abundante mano de obra. Mientras tanto, la ópera nacional sólo ha podido sobrevivir explotando sus aspectos más pintorescos y folclóricos como un reclamo para los turistas.

Para combatir esta agonía que se prolonga ya medio siglo, la Academia China de las Artes está desarrollando un ambicioso proyecto que pretende no sólo revitalizar los diferentes tipos de óperas repartidos por todo el país, sino también recopilar por primera vez este valioso legado histórico y cultural para poder transmitírselo a las futuras generaciones. Utilizando la más avanzada tecnología digital, la Academia elaborará un archivo que recogerá las representaciones contenidas en más de 40.000 viejos discos de vinilo, 15.000 horas de grabaciones sonoras y otras 2.000 de vídeo.

Tal y como explicó el responsable de esta iniciativa, Liu Wenfeng, “dicho material será después digitalizado y volcado en internet para que esté a disposición de todo el mundo, tanto en China como en el extranjero”.
Sin embargo, la mayoría de las grabaciones que obran en poder de la Academia pertenecen a las variedades más importantes y famosas, como son la ópera de Pekín, la Kunqu y las originarias de provincias como Henan y ciudades como Shaoxing. Por este motivo, y aunque el programa pretende también involucrar a los centros culturales regionales para que aporten sus fondos al archivo, decenas de escuelas locales menos conocidas corren el riesgo de desaparecer para siempre. Y es que, ante la falta de espectadores, ¿podrá la alta tecnología salvar a la ópera china?

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