Pablo M. Díez el 20 feb, 2019 El padre César Fernández, en la parroquia de San Juan Bosco de Lomé (Togo). El domingo me quedé de piedra al ver en Twitter que un misionero salesiano español había sido asesinado en un ataque yihadista cerca de la frontera sur de Burkina Faso. La foto que ilustraba la noticia era la de César Fernández, quien en mayo de 2004 me invitó a la misión que dirigía en Lomé, la capital de Togo, cuando yo estaba trabajando en la edición local de ABC en Córdoba. Gracias a su hermano Juan Carlos, secretario en la Audiencia Provincial, unos meses antes había entrevistado por teléfono a César, que llevaba ya 22 años como misionero en África. Ansioso como estaba por salir de la pequeña redacción de ABC Córdoba para dedicarme a la información internacional, sus historias sobre aquel continente me metieron de inmediato en el cuerpo unas ganas locas de ir a visitarle. Y así lo hice poco después. En el destartalado aeropuerto de Lomé, donde me recibió una bofetada de calor nada más bajar del avión a pie de pista, me estaba esperando César. Agazapado entre la multitud que aguardaba a los viajeros, me sacó rápidamente de allí para tomar en la calle un taxi que nos llevara a su misión, en uno de los barrios más pobres de la ciudad. Junto a César, nacido en Pozoblanco en 1946, trabajaban en la parroquia de María Auxiliadora el vasco Juan Carlos Ingunza y el leonés Roberto Martínez, natural de Ponferrada. Enseguida descubrí que eran hombres excepcionales. Acostumbrados como estaban a ver el lado más trágico de la vida, se alejaban de algunos dogmatismos católicos imposibles de cumplir en África. Aunque yo les había avisado de que no era religioso, me abrieron su misión y creo que también sus corazones y hablamos sinceramente de lo humano y lo divino. Además de su fe, les movía su inmenso amor por la vida y por la gente de África, a la que intentaban ayudar fueran o no cristianos. Reportaje a tres páginas publicado en ABC Córdoba sobre la labor de César Fernández y los misioneros salesianos en Togo. Jamás olvidaré aquel viaje, una de mis primeras aventuras internacionales antes de convertirme en corresponsal. Jamás olvidaré a César, Juan Carlos y Roberto, que me enseñaron una bondad como pocas veces había visto antes. También recordaré siempre el olvido en el que vive África, que los tres misioneros lamentaban cuando me contaban los proyectos que tanto les costaba llevar a cabo por falta de fondos. Yo mismo experimenté esa frustración cuando, tras volver de Togo, intenté publicar dos reportajes que, gracias a la ayuda de la orden salesiana, había hecho sobre los “niños esclavos” en el vecino Benín. No le interesaron a nadie. Todo lo contrario de esta pujante Asia donde recalé varios meses después de aquel maravilloso viaje a África. Aunque aquellas dos historias sobre los “niños esclavos” nunca llegaron a ver la luz, en ABC Córdoba sí publicamos un reportaje a tres páginas sobre la labor de César y sus compañeros. Siempre recordaré aquella experiencia como una de las mejores aventuras personales y profesionales de mi vida. Por eso estoy roto desde que me enteré del asesinato de César. Lo único que puedo decir es que han matado a un hombre bueno. Sociedad Tags africaatentadoBeninBurkina FasoCesarcristianismoFernandezislammisionerossalesianosTogoyihadista Comentarios Pablo M. Díez el 20 feb, 2019
Entrevista íntegra a la Nobel de la Paz María Ressa: “Las elecciones de Filipinas son un ejemplo de la desinformación en las redes sociales”