El 2 de febrero del año 1997 fallecía en un hospital de Miami a causa de un infarto tras estar ingresado por un derrame cerebral. Tenía 73 años, y su carrera había estado marcada por éxitos como “Dolorita”, “El negrito del batey”, “Vuélveme a querer”, “el 19” o “La maneca” incluidos en sus más de 40 álbumes. Un artista que permanece enterrado en la República Dominicana bajo todos los honores que recibió en el momento de la sepultura y que deja constancia de la importancia que tuvo para la música latina. Un cantante que decía que no le importaba morir encima de un escenario como le pasó al cubano Miguelito Valdés en Bogotá, porque estaría haciendo su ley, es decir, cantando.
Alberto Beltrán nació en la localidad de dominicana de Palo Blanco, en el municipio de La Romana, allá por mayo de 1923. Con 14 años empezó a participar en la emisora “La Voz del Yuna” como aficionado al canto mientras trabajaba como vendedor de dulces por las calles de su pueblo. Fue un niño autodidacta en su forma de cantar y entornar las melodías y fraseos, aunque no exento de tomar clases de canto. Interpretaba canciones de Daniel Santos, que era un joven puertorriqueño, junto con dos amigos de su barrio a los 17 años de edad. Fue entonces cuando hacia 1946 se integró en diferentes orquestas como el “Quinteto Ballet Tono” o el “Sexteto Brisas de Oriente”. Se traslada a La Habana donde su música comienza a sonar en las radios cubanas y adquiere una gran popularidad. Gracias a su formación como parte de “The Dominican Boys”, Alberto Beltrán comienza a despuntar.
Su apodo fue “El Negrito de Batey”, en base a una de sus canciones más conocidas que llegó incluso a ser grabada por el que en el momento era el “Rey del Merengue”, hablamos de Joseito Mateo. Hay que decir que Beltrán contaba que este tema le vino a raíz de un merengue famoso que escribió un paisano suyo llamado Medardo Guzmán. Aunque hay que incidir que este sobrenombre se lo ganó hacia 1954 cuando el disco que grabó se convirtió en Álbum de Oro, y el locutor Germán Pinelli, le dio este seudónimo con el que se le conoció de forma internacional.
Unos años antes había viajado hasta Puerto Rico donde grabó algunos de sus rimeros temas como “El 19” con la orquesta “Los diablos de Caribe” y el sello Mardi Grass. Poco después regresó a la capital dominicana de Santo Domingo para trabajar junto a la “Super Orquesta San José” y ya emigrar hacia Cuba donde gracias a su amigo Tirso Guerrero conoce al director de la “Sonora Matancera” la que sería su gran agrupación, y donde como artista invitado en un grupo que acababa de sufrir dos reemplazos de un cantante de planta y un bajo. Rogelio Martínez, que era la persona al mando de la banda le dijo al escucharle por la radio “Oye chico, tú tienes clase y te identificas con nosotros. Vamos a grabar”. Además de esto se dedicó a trabajar en el programa “La Hora del Sabor” en Radio Mambí, aunque trabajar para una agrupación de orquesta tan importante como la “Sonora Matancera” fue lo que más repercusión mediática le dio gracias a los años dorados de los que disfrutaban.
Le gustaba beber vino tinto caliente, aunque públicamente decía que no tomaba alcohol. Tampoco fumaba, y trasnochar solamente cuando se subía en las tarimas de los clubs. Así fue como consiguió estar fuerte hasta los últimos años de su vida. Empezó su andadura viviendo para componer y cantar; y la acabó componiendo y cantando para vivir asumiendo la evolución de la industria en un arte como el suyo. Se casó hasta en cinco ocasiones y tuvo hasta seis hijos en Venezuela, Estados Unidos, México y República Dominicana según reveló meses antes de morir en una entrevista con la revista El Tiempo.
El 1989 se juntó a Celia Cruz, Nelson Pinedo, Welfo Gutiérrez, Bobby Capó y muchos otros artistas más para cantar en Central Park y en el Carnegie Hall de Nueva York por los 65 años que cumplía la “Sonora Matancera”, grupo con el que publicó hasta ocho trabajos. Era ya un hombre con amplia experiencia, ya que desde sus inicios se había codeado con algunos de los grandes tras abandonar el conjunto que más fama le repercutió. Hablamos de grupos como el de Willy Rosario, Lucho Macedo, Salomón Jiménez, Cuco Valoy, Chucho Rodríguez o Tito Puente. Un cantante que se movió entre el merengue y los boleros al ritmo de mariachis. Un artista para el que no existía la felicidad porque en su vida había tenido muchos sin sabores.
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