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Cuando aprendí a ser europeo en Bélgica

Cuando aprendí a ser europeo en Bélgica
Esteban Villarejo el

 

Aprendí a ser europeo en Bélgica. En mi año Erasmus en Leuven/Lovaina, a 30 km. de la capital bruselense. Corría el curso 2000-2001 y la construcción europea era lineal. Incluso con Schengen y el euro casi en marcha, parecía que había aún muchas cosas por hacer: armonización fiscal, derecho tributario, política exterior común, un Ejército europeo, seguridad interior, mejorar las relaciones con Rusia como principal deseo, evitar otro Kosovo o Yugoslavia y el nuevo papel de la OTAN en todo aquel engranaje de defensa europeo.

Sin embargo, tras aquel curso que todos los implicados recordaremos llegó el 11-S y todos mis apuntes y asignaturas dadas en la Katholieke Universiteit de Leuven parecían ya caducos (recuerdo una suerte de tesis que escribí sobre Rusia co-decidiendo en la OTAN y la UE, lo sé, muy optimista me hallaba).

A Bruselas solía acudir bastante: visitas a las instituciones europeas como parte de las asignaturas, algún encuentro en la OTAN, su curiosa «feria sevillana», la maratón, Tintin y, claro está, el dulce placer de vagar por sus calles para descubrir unos incipientes kebabs, la decepción del Maneken Pis o deleitarme con una buena cerveza «kriek» en el Roy d’Espagne en plena Grand Place. Sí, amo Bélgica como todo buen Erasmus ama a su país de acogida. Y amo Europa porque, entre otras cosas, me permitió ser Erasmus.

 

Soldados en el metro de Bruselas a finales de 2015 / AFP

 

También me llevaba a Bruselas la UNED, situada entonces en el barrio de Schaarbeek, el mismo donde se hallaron tras los atentados de este martes la bandera del Daesh y explosivos en un piso. Un barrio, raíz de la denominada Eurabia junto al tristemente conocido Molenbeek. Caminar por aquellas calles era adentrarte en otra Europa: la del velo.

Otra lección que aprendí aquel año fue que Bélgica no era un país unido. En la primera semana en Leuven/Lovaina, en la típica visita para pardillos Erasmus de reconocimiento, se nos explicó cómo la biblioteca universitaria sufrió un luctuoso episodio en 1968: cuando flamencos y valones (francófonos) rompieron para siempre. Dividieron los tomos de las enciclopedias (libros pares para los flamencos y los impares para los valones) y los francófonos fundaron otra «ciudad universitaria» fuera de allí, Louvain La Neuve, la llamaron.

Me duele Bélgica como fiel reflejo de esa Europa cada vez más ensimismada en sus nacionalismos interiores-separatistas: nuestras Cataluña o País Vasco; Córcega, Padania o Escocia, principalmente. Esas desavenencias en Bélgica han marcado la vida política y social del país en dos comunidades enfrentadas (con Bruselas como neutral y ante todo europea) que tuvieron su punto álgido ante la imposibilidad de formar un Ejecutivo durante 541 días.

Sobre el asunto de «Eurabia» siempre se miró para otro lado. Aquellos guetos parecían destinados a ser territorios comanches de unas fuerzas y cuerpos de seguridad del estado belgas que por aquel entonces (año 2000) tenían otros menesteres como prioritarios.

 

Los tres sospechosos de las dos explosiones en el aeropuerto de Zaventem / ABC

 

Recientemente, este mismo mes, mantuve un encuentro con dos diplomáticos franceses que, tras los atentados del 13-N, me advertían sobre algunos puntos negros de la seguridad europea: no se comparte inteligencia antiterrorista como se debiera (España-Francia parece que tienen recorrido andado en esta materia); inexistencia de una autoridad policial europea eficaz en la lucha contra el yihadismo (una especie de FBI a la europea); archivo común de delincuentes o sospechosos de yihadismo; mismos procedimientos para expulsar a un ciudadano de un tercer país extracomunitario en caso de delitos yihadistas o de proselitismo… Y otra retahíla de aspectos que se pueden mejorar. «Y no olvidemos la unidad interior de cada país. Mira Bélgica donde en la práctica hay dos países unidos por un Rey», me advirtió uno de ellos.

Occidente está en guerra. Y se prevé larga. Comenzó aquel 11-S, cuando los libros de texto y los apuntes se quedaron de repente obsoletos. Es hora de avanzar en la Europa de la Seguridad, la Inteligencia, la Policía y la Defensa común. También de aparcar, aunque solo sea por un siglo, nuestras absurdas disputas internas. La yihad amenaza nuestro modo de vida.

 

Imagen de la Grand Place desde el Roy d’Espagne/E.V.

 

 

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