Del comunicado inicial del Ministerio de Defensa, donde se da cuenta del despliegue inicial de la Unidad Militar de Emergencias (UME) en siete ciudades para evaluar la situación por el coronavirus (Madrid, Valencia, Sevilla, Zaragoza, León, Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife), me ha sorprendido, gratamente, que se haya recurrido a la “desconocida” farmacia militar para que “incremente la elaboración de la solución desinfectante hidroalcohólica así como otros medicamentos genéricos que fueran necesarios”.
El Centro Militar de Farmacia de la Defensa es el responsable de esa misión. Ubicado en la Base Logística de San Pedro (Colmenar Viejo, Madrid) desde 2015 forma parte de la Red Sanitaria Militar. Se agrupó así el trabajo que venían desarrollando hasta entonces los laboratorios militares de Madrid, Burgos y Córdoba. Al mando está el coronel Antonio Juberías.
Como único laboratorio productor de medicamentos adscrito a la Administración General del Estado, este es el centro de referencia estratégica para la fabricación de aquellos fármacos que puedan resultar necesarios por causas excepcionales relacionadas con la salud pública como la del coronavirus.
Es encargado además de la producción, abastecimiento y mantenimiento de los recursos sanitarios de las Fuerzas Armadas (el famoso paracetamol del Ejército) e incluye el almacenamiento y custodia de las reservas de guerra de medicamentos para las Fuerzas Armadas.
El área destinada a los procesos de fabricación posee una superficie de 2.000 metros cuadrados repartidos en 150 salas. Se encuentra completamente aislada del exterior para evitar la contaminación de los medicamentos y, en caso de producirse un accidente, del medio ambiente.
En una visita el 15 de noviembre de 2018, la ministra Margarita Robles resaltó que este centro «es imprescindible para las Fuerzas Armadas y para la ciudadanía ya que la sociedad está siempre pendiente de una serie de amenazas muy sofisticadas, que desconoce y para las que está mucho menos preparada».
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