Los estudiantes de Badajoz han pasado cuatro días encerrados en el rectorado: no querían repetir los exámenes de acceso a la Universidad aunque hubiera habido al menos 14 descargas de los resultados que habían sido colocados (al parecer por error) en una carpeta en la nube. Información que probablemente ya había sido compartida entre los chicos y proporcionado un resultado injusto de la EBAU. Muchos progenitores se han unido a la protesta de la coordinadora estudiantil, porque sus hijos se sienten maltratados.
Pero no escucho que alumnos o padres estén indignados contra los que han copiado, que son los auténticos causantes de “tanto sufrimiento”. No, por Dios. Y es que en España copiar o falsificar no está mal visto. El que esté libre de culpa, que tire la primera piedra. Los mismos que se rasgan las vestiduras por el máster de Cifuentes ríen la gracia cuando se enteran que sus hijos o amigos han tirado de chuleta en un examen. ¿Y quién no conoce a algún titulado del PER (el título de patrón de barco) que lo haya obtenido previo pago extra a algún centro oficial sin tocar un libro?
Mi hija Inés ha estudiado un año de su carrera en Francia. Durante un examen que llevaba muy bien preparado un compañero le pidió insistentemente el resultado, una hoja de cálculo, solo “para cotejar”. Ella cedió a las presiones, pues con el profesor cerca no pudo aportar muchos argumentos a la discusión. Su compañero revisó y copió, y a su vez lo circuló a otros. Al final varios alumnos consultaron su hoja excel (lo que habría pasado inadvertido) pero dos más atrevidos o más idiotas presentaron la misma hoja de Inés, sin cambiar una fórmula ni un texto. Lógicamente el profesor se dio cuenta del fraude y pidió explicaciones. Los chicos educadamente se autoinculparon y recibieron su merecido suspenso, mientras que a ella le concedieron el beneficio de un aprobado raspado en un examen que era de diez. Suplicó al profesor que se lo repitiera, pero éste respondió que debía estar más que agradecida, pues en otro centro el suceso habría supuesto la expulsión de todos los implicados.
Final feliz en Extremadura. Dimite el vicerrector y se repite el examen a 5.000 estudiantes. El erario público costeará los gastos adicionales incurridos. Los alumnos responsables del fraude salen indemnes: buscarán otra forma de aprobar deshonestamente, quizá presionando a una compañera durante el examen. Y a todo el mundo le parecerá bien.
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