Me acusa una colega de ser “feminista de boquilla”, porque me ha escuchado criticar a algún colectivo femenino o a alguna mujer en particular. Y es que ella, en concordancia con la ola de progresía de salón instalada en nuestra sociedad, ostenta esa ñoña defensa de todas las mujeres en plan “qué guais somos las tías”, mientras le pide a su secretaria que le sirva el café.
Pues yo alego que mi feminismo es auténtico y se basa en la defensa sin ambages de la igualdad de derechos y oportunidades para ambos sexos. Aunque todos hemos conocido mujeres manipuladoras, engreídas, vacías, patéticas o simplemente torpes. Como también hay hombres manipuladores, engreídos, vacíos, patéticos o simplemente torpes. La condición femenina no te convierte en mejor persona ni más guai.
Defiendo que las mujeres aspiremos a ganar lo mismo que ellos si hacemos el mismo trabajo, a poder conciliar la vida laboral con la posibilidad de atender a nuestros hijos si elegimos ser madres, a tener la oportunidad de dirigir empresas o gobernar si esa es nuestra vocación. Y nuestra sociedad y nuestras instituciones deben trabajar por ello.
Y fuera de nuestras fronteras en este mundo global que vivimos, defiendo un futuro en el que las mujeres no sean sometidas, maltratadas, excluidas, violentadas, mutiladas, discriminadas solo por el hecho de haber nacido hembras, como sucede en muchísimas sociedades bajo el yugo de religiones y legislaciones fabricadas y dirigidas por hombres desalmados e incultos.
Pero hay tantos tipos de feminismo como mujeres…
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