Cada año el belén en casa de mis padres era el mismo, dispuesto sobre la mesa baja del salón con el papel de estrellas pegado con celo a la pared y las mismas luces de colores que iluminaban las casitas, el pozo y el portal. El castillo de Herodes se erguía entre cortezas de corcho decoradas con musgo, donde nacía el río de papel de aluminio sobre el que se inclinaban las lavanderas. En la explanada de serrín pastaban los rebaños una hierba invisible mientras el ángel flotaba sobre el portal velando por la familia, con el buey y la mula dando aliento al niño y los pastores cargados de regalos como testigos de la escena. Al empezar las vacaciones ayudábamos a mi madre a colocarlo y cada día a escondidas, mi padre iba moviendo los reyes magos sobre sus camellos, pasito a paso, hasta que la noche del cinco llegaban a su destino.
No solo disfrutábamos con el belén de casa: cada navidad hacíamos la ruta de los nacimientos, entre los que recuerdo especialmente el del hospital San Rafael, que nos sorprendía con preciosos amaneceres sobre un caudaloso río con agua real.
Los belenes de navidad forman parte del paisaje de mi infancia como mi perro de peluche, los picatostes, la azotea de la casa de mis abuelos… Y a los niños les siguen encantando, como bien saben los centros comerciales que no escatiman medios para atraer a sus padres hacia las tiendas, colocando nacimientos logradísimos con todo lujo de detalles.
Pues nuestra alcaldesa yaya no quiere belenes ni símbolos religiosos de la navidad porque no todos los madrileños son de creencias o raíces cristianas. Toma, ni tampoco todos son gays y bien cuelga la bandera arcoíris del ayuntamiento cuando toca el orgullo.
No ponga excusas, Carmena: la navidad pagana que nos coloca a cargo de nuestros impuestos solo responde a su afán por mostrar una modernidad perroflauta y políticamente correcta que se nos atraganta. O quizá es por fastidiar a una parte de los ciudadanos que usted gobierna.
Me encanta el flamenco y los talleres de cocina que ha organizado en la Feria Navideña de las Culturas y no pretendo ofender a ateos y descreídos, pero el nacimiento y los reyes magos son los símbolos primeros de la Navidad, porque eso es lo que celebramos. Y después podemos poner luces, abetos, Santa Claus, mercadillos y ferias de culturas. Todo cabe.
Nota: la foto es del belén del Hospital de San Rafael, que sigue encantando a niños y mayores año a año desde hace décadas.
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