Hace ya más de tres años que se fue Paco de Lucía, en una playa de México, por un ataque al corazón. Se apagó la luz de su frente despejada, la frente enorme y clarividente de un genio. Desde entonces hay un hueco más hondo en el centro de la guitarra. Los que tocamos no podemos más que imitar, con nuestra gracia palurda y castellana, los reflejos de su mano. Qué desesperante es acercarse a los pies de una estatua y ser consciente de la propia pequeñez. Si yo fuese algecireño, y tuviese cara de místico y calé, bien podría homenajear a Paco como se merece. Pero no hay en Moncloa sitio pa tanto arte.
¡Quién fuera andaluz para agarrar así la vida, como se agarra la guitarra, igual que una mujer! A veces pienso que es la Historia lo que allí sucede, no la realidad tan torpe que vivimos. Solo puedo fantasear: sería señorito que pasea por la feria, con el pelo engominado; sería el jornalero que escupe en su bebida; sería también la tumba, bajo la misma tierra dura, donde descansan los demás. Sería pues de una constitución distinta, y seguro más moreno, que tampoco me hace mal. Si me escapase de Madrid, dejando atrás las restricciones de velocidad, llegaría a un pueblo de la sierra –rondeño es un gentilicio sonoro– y compondría igual que Lorca versos tan hondos como el suelo.
Qué hermoso es el mito, visto desde fuera, y qué oportuno es uno recordando lo que de un lado hay y de otro falta. Ese es el mayor atractivo de Paco, del flamenco y de Andalucía: que no lo entiendo. He nacido encima de Despeñaperros, acostumbrado a las fronteras de una felicidad mucho más plana. Ojalá llorase como lloraba tu guitarra, a pecho descubierto, para que lo viese el mundo entero. Me habría quitado ya la máscara de madrileño chulo, de pared inaccesible, y bebería como un niño y jugaría con las rosas sin miedo a pincharme.
Solo nos queda tu recuerdo Paco, y perdón por haberte tuteado todo el rato. Es que al escucharte, más allá del mundo que nos separa, no he podido evitar sentirme muy cercano. Como si yo, tras renunciar a la ansiedad y a la mesa preparada, fuera un poco flamenco. Como si yo, por revivirte esta noche al oído, fuera también un poco andaluz.