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Blogs Un poco de silencio, por favor... por Israel Viana

Low: la belleza de lo austero

Low: la belleza de lo austero
Alan Sparkhawk (izquierda), Mimi Parker (centro) y Steve Garrington, durante la actuación en Madrid
Israel Viana el

Pocos grupos conozco que saquen tanto con tan poco. Un guitarrista con un amplificador de apenas 30 vatios acariciando las cuerdas con el dedo gordo, una batería de ritmos suaves, repetitivos y (excesivamente) sencillos que ejecuta con tan solo un bombo, una caja y dos platillos, y un tercer músico que a veces toca tres notas con el bajo y otras coge el teclado. Y para qué más, si con esta tacañería musical Low ha conseguido labrarse una de las carreras más bellas y profundas del underground americano. Veinte años de giras y 10 discos a sus espaldas, con los que se han ganado millones de seguidores en todo el mundo, que les siguen allá donde vayan como si de pequeñas comunidades de «feligreses» se trataran.

Una parte de ellos acudió ayer a su «misa» con Low en el Teatro Joy Eslava de Madrid, sin llenar del todo la sala. Allí aparecieron, tras la actuación de Arborea, con un repertorio y una puesta en escena tan austera como vibrante. Porque la marca de distinción de la banda dirigida por el matrimonio mormón formado por Alan Sparkhawk (voz y guitarra) y Mimi Parker (batería), esta vez junto al bajista Steve Garrington,  siempre fue utilizar el menor número de elementos y efectos posibles.

No hay en sus conciertos el más mínimo gesto de cara a la galería.  Todo es de una sencillez exquisita y directa, cercana a una espiritualidad más propia del góspel o del soul que del indie, y que ayer acompañaron con una serie de proyecciones en color sepia, tan caseras como misteriosas, que sin ninguna conexión aparente con las letras de las canciones, cumplían a la perfección con el carácter evocador del trío de Duluth (Minnesota).

La noche comenzó con el público gritando la cuenta atrás que marcaba un enorme cronómetro del escenario. Y, sin decir una palabra, sonaron los acordes de «Plastic cup», el tema que abre también su último álbum, «The invisible way», esperadísimo sobre todo desde que se anunció que su productor iba a ser el Jeff Tweedy, de Wilco. Una obra más accesible y calmado si cabe que sus antecesores, en el que un servidor echa de menos alguna de las descargas eléctricas a las que Sparkhawk nos bienacostumbró en discazos como «The Great Destroyer» (2005).

No pasó nada que no nos esperáramos, pero eso ya es más que suficiente. Fueron creciendo sobre el escenario, acercándose en ocasiones a las erupciones de Neil Young en canciones como «On my own», «Monkey» o «Witches», y en otras mostrando su lado más solemne y sobrecogedor, con joyas como las poderosas «Especially me», «Clarence White» o «Amethyst», la letanía de «Words» o las delicadas «Just Make It Stop» y «So Blue», las dos de las joyas de su último trabajo.

No hubo apenas palabras de Sparkhawk en la hora y media que duró la actuación de Low, llena de ese ambiente catedralicio y espiritual tan propio del grupo. Pero si bien no quisieron alargar el concierto un poco más, a pesar de la acogida del público, bien podrían haber cerrado el concierto con «Pissing», la descomunal y apocalíptica canción que siempre me quedaré con ganas de escuchar en directo… así que seguiré por un tiempo formando parte de su «Iglesia».

Set del concierto de Low en Madrid, el 16 de mayo de 2013
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