En los últimos días no dejamos de oír hablar de la viruela del mono. Se trata de una enfermedad que, hasta la fecha, era realmente inusual. Este virus, propio de los simios, provoca síntomas similares a los de la ya erradicada viruela pero, en general, más leves. No obstante, esta misma semana la Organización Mundial de la Salud ha calificado la propagación de esta enfermedad de “preocupante”.
La viruela ha sido, desde la antigüedad, una de las enfermedades más mortíferas. A lo largo del siglo XX, cuando se erradicó, había acabado con la vida de más de 300 millones de personas en todo el mundo. Se trata de una enfermedad medieval que hasta el siglo XIX no tuvo un tratamiento efectivo; fue el 9 de diciembre de 1979 cuando la viruela se da por erradicada completamente.
España tuvo un papel fundamental en poner fin a la causante de millones de muertes cada año alrededor de todo el mundo. Cierto es, que quien dio con la vacuna fue el médico inglés Edward Jenner, en 1796. Antes de eso, la escritora Lady Montagu dejó por escrito un detalle que le llamó la atención durante un viaje a Turquía: las mujeres que ordeñaban vacas no tenían la viruela. Este hecho no pasó desapercibido cuando la enfermedad estaba muy propagada por aquel entonces y dejaba claros signos en la piel. Esta aparente casualidad despertó la curiosidad del doctor que, tras estudiar a fondo a este animal, descubrió que tenía el anticuerpo.
La primera vacuna
El doctor Jenner empezó un experimento sin precedentes para la medicina. Decidió, tras largas investigaciones, inocular a un niño de 8 años las raspaduras del virus de la viruela extraída de la vaca Blossom. Esto provocó malestar en el pequeño que, sin embargo, sobrevivió y mostró resistencia contra esta enfermedad. Había nacido la primera vacuna de la historia que, por cierto, etimológicamente no es más que una referencia al animal en el que encontraron la solución.
Sí, fue un médico inglés el que halló la cura de la viruela, pero su país no le respaldó. En cambio, la corte española mostró un gran interés en este hallazgo que, a través del cirujano y médico militar Javier Balmis llegó hasta los oídos de Carlos IV. Ambos organizaron la Expedición Filantrópica de la Vacuna, una de las mayores gestas de un imperio español que aún conservaba un vasto territorio alrededor del mundo. Esta expedición salvaría miles de vidas y pasaría a la historia como una de las misiones sanitarias más importantes.
El doctor Balmis que, por cierto, ha dado nombre a la operación de las Fuerzas Armadas contra el coronavirus, embarcó a 22 niños huérfanos en un viaje que recorrería infinidad de lugares, lo que hoy es Estados Unidos, México, Puerto Rico, Colombia, Perú, Ecuador, Venezuela, Chile, Filipinas… Los niños eran fundamentales, pues serían los portadores de la vacuna que, tras la inoculación, habitaba en ellos. Fueron los menores quienes, por tanto, trasladaron el anticuerpo vivo alrededor del mundo en sus propios cuerpos.
Mientras la Expedición Balmis partía al otro lado del mundo, en palacio eran muchos los aristócratas y validos del rey que daban la misión por muerta, pues era una locura, en ese tiempo, pensar que se podía trasladar de semejante forma la cura de una enfermedad a lugares tan lejanos. Pero Balmis supo que saldría bien y, así fue. A él le acompañó, por cierto, la enfermera Isabel Zendal, de la que tanto se ha oído hablar últimamente. Fue la primera mujer que participó en una misión sanitaria internacional.
Esta operación histórica es realmente desconocida para la mayoría a pesar de la trascendencia que tuvo. El rey Carlos IV creyó en la idea de un médico militar muy soñador que debería haber pasado a la historia como uno de los grandes héroes de aquel imperio español y que, sin embargo, está cerca de caer en el olvido ante el desconocimiento que la inmensa mayoría tiene de esta gesta. Él y su equipo salvaron en aquel entonces casi medio millón de vidas.
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