La historia de Madrid está llena de episodios realmente sorprendentes. La villa y corte, por la que tantos nobles y aristócratas han pasado, ha sido hogar de muchos reyes. Soberanos de los reinos de Castilla, posteriormente de España e incluso del extranjero han elegido esta ciudad como lugar de residencia por su capitalidad y por las muchas comodidades que siempre ha tenido, por no hablar de su enclave natural y geopolítico.
Durante mucho tiempo, las cortes eran itinerantes. Los reyes y sus séquitos se trasladaban de ciudad en ciudad dependiendo de las necesidades del momento. Antes no había una capital como tal, sino que esta era la ciudad en la que se encontrara el monarca afincado. Esto cambió con Felipe II, que en 1561 fija la capital en Madrid, donde se asientan definitivamente las instituciones y la nobleza. Parece ser que el rey prudente optó por esta ciudad, entre otras razones, por su cercanía al Monasterio de El Escorial que él mismo mandó construir en la falda del monte Abantos.
Mucho antes de todo esto, hubo otro rey que ya se afincó con su corte, venida desde muy lejos, en Madrid. León V era el soberano del reino armenio de Cilicia, un bastión cristiano ubicado junto a la Gran Armenia, otro reino ocupado por los turcos. Las batallas y guerras entre los mamelucos y los cristianos en esa zona eran continuas. En este contexto bélico, León de Lusignan acabó preso en el Cairo tras haber sido secuestrado. Para su liberación era necesario pagar un gran rescate solo alcance de otro monarca.
León V fue prisionero durante varios años en los que se dedicó a escribir a diferentes reinos pidiendo ayuda para su liberación. Finalmente, fue el rey Juan I de Castilla quien interfirió ante esta situación pagando su rescate. La fe cristiana de León V fue decisiva a la hora de recibir la ayuda de Castilla. Así, el descendiente de los Lusignan llegó por fin a la corte del libertador tras haber pasado antes por otros países de Europa. En su camino incluso se entrevistó con el papa Clemente VI en Francia.
La sintonía entre los dos reyes fue tan buena que el monarca armenio, al poco tiempo de su llegada al reino de Castilla, acabó acudiendo a la boda de Juan I con Beatriz de Portugal en calidad de testigo. Esta buena relación entre ambos reyes se tradujo además en una renta de 150 mil maravedíes en favor del foráneo, que también obtuvo los señoríos de Andújar, Guadalajara, la actual Ciudad Real y Madrid, eligiendo esta última para vivir.
Cuando se instala con su corte en Madrid convierte a la ciudad en la capital oficiosa del reino de Cilicia con el objetivo de recuperar el territorio perdido y volver allí algún día, algo que nunca consiguió. No obstante, a León V le gustaba la ciudad castellana, pero no terminaba de encajar. Ni la nobleza ni el pueblo vieron de buen grado eso de tener un señor extranjero. La ciudad se llenó de coplillas que decían cosas como “si la villa fuera silva la guardaría el León, mas es tierra castellana, no queremos tal señor”.
Definitivamente León de Lusignan no encajó del todo bien en Madrid y eso hizo que la situación fuera algo hostil, por ello, acabó trasladándose a Francia sin más pretensiones que vivir tranquilo, después de una vida de novela que acabó recogiendo el franciscano Jean Dardel. Murió en la ciudad francesa de Calais en el año 1393. Así acabó el periplo de Madrid como capital de Armenia. Nadie puede tener dudas de que Madrid es una de las ciudades más internacionales de España, aunque jamás haya vuelto a ser capital de otro reino más que del de España.
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