Aunque el pueblo sabe que “mentira” y “política” son como el cuerpo y la sombra, suele detectar cuándo los políticos de turno le mienten descaradamente. Hoy en día es más fácil que nunca descubrir las mentiras. No hace indagar en la mente del político mentiroso, sino que es tan falso que acaba haciendo lo que negó con vehemencia: manifestó que no había pactado los indultos como precio de su presidencia y aquí están.
Sánchez empieza invocando la valentía (“a veces hay que ser valientes, y pensar en el interés general, con la mirada larga”). Pero no es valiente, la valentía sería presentarse ante los españoles y reconocer sin ambages que se ve obligado a conceder los indultos porque fue uno de los compromisos que asumió para convertirse en Presidente del Gobierno. La mayor valentía es decir la verdad, no disfrazarla burdamente y menospreciar la sagacidad de la ciudadanía.
Y tras esta burda maniobra moviliza a la plana mayor del partido para que transmitan a la ciudadanía que los indultos facilitarán una Cataluña libre de fracturas que dejará atrás el bucle melancólico y frustrante en el que llevan varios años.
No son esas las razones para defender ahora unos indultos contra los que se manifestaron abiertamente cuando la decisión era muy lejana y estábamos en plenas elecciones. La ciudadanía sabe que ni es la valentía ni la necesidad de restañar viejas heridas lo que justifica los indultos.
Es algo más sencillo pero más indecente: pagar con cargo al interés general su factura personal del acceso a la presidencia del gobierno. Sánchez parte de que ya tiene convencidos a sus votantes (unos que son rehenes por la vía de las nóminas y otros por su inquebrantable fidelidad a unas siglas centenarias). Y de que solo hay que convencer a los más ingenuos para que su actuación no tenga costes electorales. Cuenta, además, con que el pueblo está anestesiado y que seguirá así con la ayuda inestimable de la cohorte de plumillas que están al abrigo del pesebre.
Pero mucho me temo que le van a salir otra vez mal las cuentas, como en las elecciones de Madrid. Y es que cuando el pueblo sabe cuál es la verdad -como ocurre en este caso- hablará y muy claro cuando tenga que depositar sus votos.
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