Una de las novedades del tiempo político surgido del 24 de mayo es que algunos políticos pertenecientes, sobre todo, a coaliciones de izquierda, movimientos vecinales y nacionalistas radicales se bajen el sueldo. La medida en sí misma es difícilmente criticable, ya que significa, en principio, entregarse por menos dinero a la gestión de los intereses de los ciudadanos.
El peligro que presenta esta medida es que llegue a convertirse en un simple gesto de cara a la galería y que se agote en ella el viento renovador que dicen traer a la supuestamente anquilosada política anterior a su llegada.
Como en todo, creo que lo barato o caro no depende solamente del precio, sino de lo que se nos da a cambio. Hay cosas que son muy baratas, pero que se vuelven inservibles tras su primer uso y otras, en cambio, que cuestan más pero que tienen mucha mejor vejez.
Por lo general, cuando hablamos de sueldos, no es lo mismo el ámbito privado que el público. En el mundo de la empresa privada suele haber una cierta relación entre el puesto de trabajo y el sueldo, de tal modo que cuanto más difícil y exigente es lo que tiene que hacer el que lo ocupa mayor es la remuneración que percibe. Lo afirmo en términos generales, aunque admito que no existe una relación ineludible; es decir, hay casos –y probablemente no sean pocos- en que la dificultad no se recompensa con un buen sueldo. Pero en este ámbito hay competitividad, lo cual significa que cuanto mejor sea el candidato más estarán dispuestos a pagar quienes deseen contratarlo.
En el sector público, y me refiero ahora solo a la política, no están tan estrechamente relacionados las dificultades del puesto con la remuneración. A lo que hay que añadir que no existen grandes diferencias de nivel entre los distintos sueldos que cobran los políticos. Guardan todos una cierta uniformidad.
Pues bien, lo que vienen a decirnos los nuevos políticos que se han rebajado el sueldo es que lo que cobraban, fuera poco o mucho ese dependerá de cada uno, los que les precedieron en el cargo estaba por encima de lo que merecían.
Y por aquí llego a donde quería: para ser político no se exige absolutamente nada. El curriculum no sirve para nada, solo hay que contar con el apoyo de los que mandan, cosa que suelen conseguir mejor los que obedecen a los que están al frente de la organización que los que los critican. Pero puede darse también el caso, y tras el 24 de mayo es más frecuente de lo que parece, que haya personas sin estudio alguno y cuyo único mérito para llegar a entrar en las listas electorales fue su escalada hacia la radicalidad.
Pues bien, si los que se bajan el suelo pertenecen a este tipo de políticos me parece muy honesta su postura: piensan seguramente que su poco sueldo los disculpará de su posible ineficacia. Pero, la situación me recuerda a aquel chiste de un gallego que iba por un camino con un perro delgadísimo al que se le notaban todas las costillas. Al cruzarse con un paisano, éste le dice Manoliño tienes que dar de comer más al perro. Y Manolo le responde, ¡para lo que hace! Y el paisano le responde pues entonces deshazte de él. Y Manolo le contesta, ¡para lo que come!
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