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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

¿Películas o series?

José Manuel Otero Lastres el

Seguramente, muchos de ustedes no se han planteado la disyuntiva, sencillamente porque la gustan por igual ambos tipos de obras audiovisuales y tener que elegir sería algo parecido a la pregunta tantas veces repetida de a quién quieres más a mamá o a papá.

Tengo un primo carnal, que es algo más que primo, al que le encanta el cine. Ha visto muchísimas películas, tiene recopiladas más de siete mil, y lo considero un gran entendido en la materia. Pues bien, este verano, tras comentarle que nosotros estábamos enganchados a las series de televisión, me dijo que él no las veía, que prefería sin la más mínima duda las películas de cine.

Su principal argumento es que las películas son obras más cerradas: tienen un planteamiento, un nudo y un desenlace, por lo general, muy bien dimensionados. Mientras que en las series se cuentan historias, muchas veces con el único punto de conexión de los personajes principales, y que, lejos de narrar en aproximadamente dos horas un relato más bien breve, se van por la ramas de episodios poco trascendentes porque lo único que se busca, y generalmente por razones comerciales, es estirar la duración lo máximo posible.

A la vuelta del verano, volví a ver nuevas temporadas de series de éxito anteriores, y creo que mi primo tiene razón. Y es que cuando a un productor le suena la flauta y emite una serie exitosa, no se resiste ante la tentación de preparar nuevos episodios para tratar de aprovechar el éxito y aumentar los beneficios. No me parece mal. Y hasta confieso que dudo de que puesto yo en su tesitura no hiciera exactamente lo mismo.

Lo cual no impide que no destaque que, al actuar de este modo, el productor en cuestión busca más el beneficio que una obra de arte debidamente dimensionada. La obra cinematográfica, sea en película o en serie, debe narrar, para llegar a ser una verdadera obra de arte, una historia bien dimensionada, ni quedarse corta, ni estar llena de paja.

Hay novelas que son verdaderas obras de arte que no tienen muchas páginas, como por ejemplo, “Hambre” de Knut Hamsun, “Pedro Páramo” de Juan Rulfo o “El último encuentro” de Sandor Marai. Y hay otras bastante más extensas que también lo son, como “El amor en los tiempos del cólera” de Gabriel García Márquez, “La impaciencia del corazón” de Stefan Zweig o “El nombre de la rosa” de Umberto Eco.

Pues bien, el argumento que me ha hecho inclinarme a favor de las películas y no de las series (no estoy en contra de ningún tipo de obra audiovisual) es el de lo mucho que perdería cualquiera de esas novelas, si su autor, debido a su éxito, decidiera aumentar sus páginas ampliando la historia para narrar nuevos episodios.

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