José Manuel Otero Lastres el 27 sep, 2015 Si alguien merece ser oído es el que dedica una parte importante de su vida a cultivar intensamente su espíritu para compartirlo con los demás. Nadie puede negar que dos de nuestros mejores novelistas actuales, Antonio Muñoz Molina y Javier Marías, son intelectuales cuyas reflexiones deben ser siempre cuidadosamente analizadas porque poseen la indudable facultad de analizar con rigor, precisión y acierto nuestra realidad actual. Pues bien, acaban de expresar dos opiniones, en cierto modo contrarias, que me han suscitado la siguiente reflexión. En su artículo “Escondiéndose en Montaigne”, Antonio Muñoz Molina nos dice que “cuando arrecia la bronca pública y la temperatura del delirio, entre nosotros siempre tan alta, va llegando al punto de ebullición, mi instinto es el de esconderme y retirarme”. Por su parte, Javier Marías en una entrevista realizada por Juan Cruz publicada también en El País de hoy afirma “escribes en prensa para bañarte en lo que opinas o para no callártelo demasiado. Intento razonar, explicar por qué algo me parece estúpido, injusto o erróneo”. Y cuando el entrevistador le pregunta si la clase literaria tiende a situarse en las nubes, Marías responde “hay aquí tradición de novelistas que han colaborado en prensa. La manera de ver la realidad de un novelista puede ser útil en un país”. Entre estas dos actitudes, respetando, por supuesto, la opción personal de cada uno, prefiero la de Javier Marías. Y es que, por lo general, el buen novelista, además de poseer generalmente una formación intelectual que le permite captar con acertada atención la realidad de la cosas, suele estar dotado de un elevado grado de observación. Pues bien, los tiempos convulsos por los que pasamos requieren la contribución de los más finos examinadores de nuestra realidad para ayudarnos con su pensamiento a alcanzar uno de las valores esenciales de nuestra Constitución, como es la formación de una opinión pública libre y democrática. Con todos mis respetos para la postura de cada uno, considero que por muy atractivo y apetecible que pueda parecer escaparse del bullicio estamos en momentos en los que hay que dar la cara, aun a riesgo de que nos la partan. Solo entendería una postura tibia y pasiva, si, como suele hacer Muñoz Molina, emplea la calma y la tranquilidad de su soledad buscada para seguir enriqueciendo su espíritu y compartirlo después con nosotros en sus novelas. Otros temas Comentarios José Manuel Otero Lastres el 27 sep, 2015