José Manuel Otero Lastres el 27 feb, 2016 Hoy me van a permitir que me exprese con la ayuda de las palabras de dos escritores geniales: Miguel de Cervantes y Stefan Zweig. Cervantes dejó escrito en el que Quijote uno de los pasajes más hermosos sobre la libertad: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”. Lo que ocurre es que es un don tan determinante que no es fácil vivir en libertad: decidir por nosotros mismos nuestra propia conducta y asumir personalmente la responsabilidad de la elección efectuada sin poder aliviarnos en otro, requiere no solo fortaleza de ánimo, sino también valentía. Esto es, tener un espíritu con el suficiente vigor como para arriesgarse a soportar las consecuencias de los propios actos sin tener a otro al que culpar de nuestros fracasos. Por eso, la libertad, como la valentía, son más fáciles de apreciar a nivel individual que colectivo. Escribió Stefan Zwieg, en Castelio contra Calvino: “El Gran Inquisidor de Dostoievski demuestra con cruel dialéctica que, en el fondo, la mayoría de los hombres teme la propia libertad y que, de hecho, ante la agotadora variedad de los problemas, ante la complejidad y responsabilidad de la vida, la gran masa ansía la mecanización del mundo a través de un orden terminante, definitivo y válido para todos, que les libre de tener que pensar. Esa nostalgia mesiánica por una existencia libre de problemas constituye el verdadero fermento que allana el camino a todos los profetas sociales y religiosos”. Más adelante añade “Cuando una doctrina logra hacerse con el aparato del Estado y con todos sus medios de presión, pone en marcha sin el menor escrúpulo la máquina del terror”. Y concluye: “Pero fatalmente, estos idealistas y utopistas, justo después de su victoria, se revelan casi siempre como los peores traidores al espíritu, pues el poder desemboca en la omnipotencia, y la victoria, en el abuso de la misma”. Vivimos tiempos en los que una parte de la gran masa de los ciudadanos se ha rebelado ante los recortes que sufrió su inigualable y privilegiado “estado de bienestar” y han aparecido unos domesticadores de masas que tratan de aplacar su ira aprovechándose de su miedo a la libertad ofreciéndoles a cambio una existencia libre de problemas. En épocas como ésta, en lugar de atreverse a pelear, el hombre de letras puede tener la tentación de refugiarse en la sombra. Pero yo, desde la modestia de mi atalaya, me siento en la obligación de salir a la luz y luchar por la libertad. Otros temas Comentarios José Manuel Otero Lastres el 27 feb, 2016