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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

La suerte y la pobreza

José Manuel Otero Lastres el

El misterioso y aleatorio instante de la concepción de cada individuo determina, en una buena parte, su suerte. Las cualidades físicas, intelectuales, la familia y el lugar del mundo en que nacemos marca sensiblemente nuestro devenir. Es verdad que hay personas que pueden enderezar los guiones torcidos con los que comenzó su existencia. Pero no lo es menos que mientras a unos todo les viene de cara y solo tienen –lo cual no es poco- que dejarse ir, hay otros que han sido escasamente agraciados en la dotación de la mochila con la que los lanzaron a la vida.

Lo que antecede viene a cuento porque en la novela corta “La perla”, de John Steinbeck, se relata la nefasta consecuencia que tuvo en la vida de una familia de indios mejicanos el golpe de suerte de encontrar la “Perla del Mundo”. Desde que Kino, el padre de familia, extrae de la ostra la codiciada perla, sueña con que su hijo Coyotito “leerá y abrirá los libros, y escribirá y escribirá bien. Y mi hijo hará números, y eso nos hará libres porque el sabrá…el sabrá y por el sabremos nosotros”. Por eso, y a pesar de que su mujer Juana le de dice que se deshaga de ella, Kino la guarda celosamente para venderla al mejor postor y salir de la pobreza.

El final de la historia es, como seguramente muchos de ustedes sabrán,  que en la huida de Kino y su familia hacia Loreto el bebé Coyotito muere de un disparo efectuado por uno de los tres sujetos que los perseguían para arrebatar a Kino la Perla del Mundo, que éste da muerte a esos tres, y que devuelve desesperanzado la joya al mar, que desaparece tras una nubecilla de arena levantada por un cangrejo

Si fuera yo el que concibiera este breve relato, seguramente me preguntaría qué final había de darle a la historia. El que eligió el escritor norteamericano se puede interpretar de muchas maneras, incluso la de que su historia es una advertencia a los pobres de que es mejor que dejen pasar la esperanza de alcanzar la riqueza porque ésta a la gente como ellos –a los que ya son ricos está claro que no- les traerá indefectiblemente la desgracia.

Yo, en cambio, me jugaría el éxito literario por defender que en la vida hay golpes de suerte y que una familia que fue “maltratada” en el reparto aleatorio de la concepción puede enderezar su existencia si de repente tiene la fortuna de encontrar la Perla del Mundo o algo similar. Lo que quiero decir es que no nacemos genéticamente pobres o ricos. Prefiero pensar en la posibilidad de la suerte diferida: los que no la hayan tenido al nacer pueden encontrarla alguna vez a lo largo de su vida.

Está claro que la opción de Steinbeck fue la mejor porque a los que saben de literatura no deben gustarles los finales esperanzadores, no en vano aquel fue Premio Nobel de Literatura en 1962.

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