José Manuel Otero Lastres el 02 jun, 2014 El Rey de España, Juan Carlos I, ha renunciado a la Corona y, consiguientemente a la Jefatura del Estado, en favor del heredero, Felipe de Borbón, Príncipe de Asturias. El hecho de que haya abdicado implica que, en vida y en plenas facultades para el ejercicio de su función, ha hecho dejación voluntaria de sus derechos, lo cual suscita, al menos, dos cuestiones: si era o no conveniente renunciar y, caso de serlo, si era el momento adecuado para ello. En mi humilde opinión, ha acertado doblemente al ceder voluntariamente la Corona a su legítimo heredero y al hacerlo en estos momentos. Aunque no tengo la más mínima duda de que, a pesar de algunos achaques físicos, el Rey podía continuar siendo el Jefe del Estado durante bastantes años más, creo que, en un acto más de servicio a España, ha antepuesto los intereses de la Monarquía y, consiguientemente, los de la Nación a los suyos personales. Como en su día hiciera su padre con él, nuestro Rey ha pensado que, una vez remontada la valoración adversa de los ciudadanos después de algunos acontecimientos personales poco afortunados, era preferible para la institución de la Monarquía renunciar ahora en favor de su hijo que seguir siendo Rey. Desconozco los verdaderos motivos que le han impulsado a tomar ahora esta decisión. Pero adivino, entre otros, los dos siguientes: uno, la preparación del heredero, quien ha acreditado que está plenamente capacitado para convertirse en Rey y ser el Jefe del Estado de la España de hoy; y el otro, que ha preferido ser testigo directo y personal de la sucesión y sus vicisitudes posteriores que dejar que el hecho sucesorio fuera consecuencia de su fallecimiento. Sea de esto lo que fuere, pienso que nuestro Rey ha dado un impecable paso a segundo plano, dejando el timón del Estado en manos de un joven bien preparado y mientras la mar está en calma. Por eso, hay que alabar las dosis elevadas de sensatez, de generosidad y de grandeza personal de que ha hecho gala Juan Carlos I, promoviendo una sucesión que, sin duda, tutelará desde la sombra gracias a su innegable prestigio y al merecido cariño que le profesa la mayoría de los españoles. Acierta, pues, en el sí y en el cuándo. Otros temas Comentarios José Manuel Otero Lastres el 02 jun, 2014