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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

¿Justificó el Papa la violencia con el ejemplo del puñetazo?

José Manuel Otero Lastres el

En el diario digital El Confidencial, D. Forcada escribe que en las conversaciones del Papa Francisco con la prensa en el vuelo de Sri Lanka a Filipinas tuvo su primer resbalón mediático al justificar la violencia cuando comentaba el caso “Charlie Hebdo”

Escribe Forcada textualmente: “Bergoglio se manifestó pues a favor de que esta libertad (la de expresión) tenga “límites” y justificó –y he ahí su más sonoro error– que pueda haber respuestas violentas”. Y seguidamente añade: “No se pude provocar –añadió–, no se puede insultar la fe de los demás. No se puede burlarse de la fe. No se puede”. “Tenemos la obligación de hablar abiertamente, de tener esta libertad, pero sin ofender”.

No está muy claro si el articulista refleja solamente el sentir mayoritario de los comentarios vertidos en las redes sociales, su propia opinión, o ambas cosas, pero no estoy muy seguro de que lo que dijo el Papa Francisco pueda ser considerada como un resbalón mediático.

Es indiscutible que el Papa defendió la libertad de expresión. En eso, su postura coincide con la que mantiene la generalidad de los demócratas. No puede afirmarse tampoco que se mostrara partidario de la libertad de expresión absoluta y sin límites. Antes al contrario, al igual que las Constituciones más avanzadas del mundo, como la nuestra, el Papa considera que la libertad de expresión tienen límites (art. 20.4 CE).

La discrepancia residen en la fijación de los límites a la libertad de expresión y, sobre todo, en la respuesta en caso de trasgresión de los mismos. En cuanto a lo primero, el Papa Francisco considera como límite “ofender a la religión” o “burlarse de ella”.

En el ámbito jurídico, no existe este límite, toda vez que la libertad religiosa que se garantiza a los ciudadanos en los países desarrollados (en España lo hace el art. 16 CE) no comporta un derecho de cada religión a no ser objeto de ofensas o de burlas por parte de cualquier particular.

Ahora bien, si lo que antecede es cierto también lo es que, en el plano moral, las burlas o las ofensas a las creencias religiosas ajenas no son admisibles. La cuestión es, por tanto, determinar el plano desde el que hablaba el Papa. Y todo parece indicar que lo hacía en el de la moral y no en el del Derecho. Por lo cual, tampoco en este punto puede sostenerse que se equivocó.

Resta el punto de la reacción. ¿Qué fue lo que dijo el Papa para que pudieran ser mediáticamente criticables sus palabras? Sus palabras fueron: ““Es verdad que no se puede reaccionar violentamente, pero si Gasbarri (uno de sus colaboradores), gran amigo, dice una mala palabra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo. ¡Es normal!“. ¿Supone esto justificar las respuestas violentas?

No soy quien para defender al Papa, ni lo necesita, ni yo tampoco lo pretendo, mi intención es simplemente interpretar sus palabras con la máxima objetividad. Pues bien, creo sinceramente que el Papa no defiende a quien tiene la reacción de pegar un puñetazo a alguien que insulta a su madre. No incita, no mueve ni estimula a los demás para que sigan ésta conducta.

Lo que viene a decir es que si alguien ofende un sentimiento muy querido de un tercero puede esperarse una reacción de éste. Ante una ofensa de un sentimiento “sagrado”, Francisco le dice al ofensor que debe estar preparado porque pueda haber una reacción del ofendido; y de éste señala que ve “normal” que responda física, pero limitadamente, a la ofensa. La cuestión está en el nivel de la respuesta. Él considera “normal” que alguien defienda con un puñetazo el honor de su madre.

En la red, en la que muchos no se atreven ni a dar la cara, parecen vivirse tiempos de una hiperestesia crítica: el opinante se disfraza de “perfección” y desde esta perspectiva juzga con extrema severidad lo que hacen o dicen otros. Por eso, le pido a cada lector que se responda en la soledad de su conciencia si de verdad considera que el ejemplo que pone el Papa del puñetazo supone justificar las respuestas violentas.

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