José Manuel Otero Lastres el 22 abr, 2019 La pertenencia a la especie hombre debería ser suficiente para recibir, sin más, el calificativo de humano. Lo cual supondría que todo individuo que pertenece a la especie humana, en la medida en que es hombre, debería ser considerado ser animado racional. Sin embargo, hay ocasiones en las que individuos, que forman parte del mismo género, se comportan, unos -afortunadamente, poquísimos- prescindiendo por completo de lo -humano- y otros -la casi generalidad- dando lo mejor de nuestra especie. El recentísimo y brutal atentado que acaba de tener lugar en Sri Lanka en el que murieron 290 personas y resultaron heridos alrededor de otras 500 es una de esas ocasiones, en las que se surge lo peor de la especie humana. Unos seres con figura humana, con una mente absolutamente fanatizada, portadores de una teoría dogmatizada hasta el extremo de privar de todo valor a la vida de los que no la comparten, han ocasionado voluntariamente unos daños personales en Sri Lanka de consecuencias semejantes a los que producen las más graves catástrofes naturales. Ante tan gran despropósito, las personas de bien se han referido a ellos con todo tipo de adjetivos: alimañas, salvajes, asesinos, desalmados. Y lo cierto es que son todavía mucho peor que todo eso: tienen sólo cuerpo humano, pero son inhumanos, porque carecen de todo lo que hace que un ser animado sea hombre. Como ha escrito Stefan Zweig en su maravillosa obra Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia, «quien no comparte de lleno y espontáneamente lo humano, se comportará siempre de forma inhumana frente a los hombres». Y añade: «Los tiranos buscan siempre embellecer sus actos de violencia con algún ideal religioso o ideológico, pero la sangre ensucia cualquier idea». No hay razón alguna que justifique matar a otro ser humano. Por eso, las matanzas ocasionadas en Sri Lanka el Domingo de Resurrección en una serie de ataques coordinados que desembocaron en ocho explosiones en iglesias y hoteles es humanamente inexplicable y racionalmente injustificable desde ningún punto de vista. Razón por la cual, aunque la indignación de los primeros momentos me llevó a llamar “inhumanos” a los responsables de los atentados, creo que es más acertado calificarlos como “excrementos” o residuos de seres humanos que se producen por putrefacción del alma. Lo que antecede justifica que finalice con otras sabias palabras de Stefan Zweig: «Para un hombre verdaderamente humano resulta imposible no irritarse cuando ve que ocurre algo inhumano. Un escritor íntegro no puede esbozar tranquilamente palabras indiferentes y teóricas cuando su alma se estremece ante el desvarío de su tiempo». Mi irritación se resume en calificar a los sujetos que organizaron los brutales atentados como “excrementos pestilentes con forma humana y el alma podrida”. Pero es muy probable que me haya quedado corto. Otros temas Comentarios José Manuel Otero Lastres el 22 abr, 2019