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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

La nueva profesión de los “azotacalles”

José Manuel Otero Lastres el

La imparable evolución de la vida humana y la aparición de nuevas necesidades va haciendo que surjan empleos anteriormente inexistentes mediante los cuales los ciudadanos que los desempeñan perciben una retribución con la que se ganan la vida. La novedad de estas profesiones suele radicar en que la actividad a desarrollar supone, bien una fusión de antiguos empleos para originar otro inexistente, bien consiste en resolver problemas desconocidos o bien en un reequipamiento de profesiones conocidas pero para ser aplicadas a nuevas realidades.

Pero la novedad puede residir también en dedicarse a algo ya conocido, pero por lo que antes no se cobraba; es decir, ocuparse en un oficio que en los años anteriores se desempeñaba gratuitamente y que ahora permite vivir, eso sí modestamente, si uno se dedica a practicarlo habitualmente.

Son estos últimos a los que voy a referirme, ya que presentan la singularidad de que hace años lo más que se percibía por dedicarse a ellos eran satisfacciones ideológicas, mientras que ahora las retribuyen con bienes dinerarios.

Me refiero genéricamente a convertirse en “azotacalles” profesional, así llamados porque se dedican a alborotar las calles, de los que cabe diferenciar diversos tipos en función de las perturbaciones que generan en las vías urbanas.

Los más violentos acampan en los suburbios del antisistema y proceden de colectivos sociales muy marginales, como los  mentalmente desequilibrados, los irreversiblemente resentidos, y los criados en núcleos familiares muy desestructurados. Los de este tipo suelen ser contratados para desarrollar actuaciones violentas, riesgosas para la propia integridad, como son los escraches con destrozos de mobiliario urbano, a veces, incluso ante instituciones públicas que provocan una respuesta fuertemente disuasoria de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Esta profesión no creo que esté bien pagada, porque quienes dirigen a estos azotacalles conocen perfectamente su “adicción” a la violencia y al desorden público.

La que parece gozar de mayor futuro es la de los manifestantes habituales que son recolectados para participar en acontecimientos de las más variada naturaleza cuando lo que se quiere aparentar es un “movimiento de ira” popular. Suelen ser contratados para acudir a la salida de los tribunales de personajes políticos imputados o para mezclarse entre los manifestantes de buena fe en todo tipo de acontecimientos políticos y dirigir desde dentro sus movimientos.

Evidentemente, estos nuevos profesionales perciben dinero no contabilizado y, aunque pueden llegar a ser contratados para protestar airadamente contra el empleo precario, jamás se rebelan contra sus negreros empleadores.

La vida moderna da para todo y así como ya hay una mendicidad organizada, también existen emprendedores que se dedican a proveer a quien lo necesite de manifestantes.

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