José Manuel Otero Lastres el 20 ene, 2015 Como seguramente muchos de ustedes sabrán, ayer comenzó en Santiago de Compostela el juicio contra el ladrón del Códice Calixtino, así como de una importante cantidad de dinero -difícil de determinar porque eran fondos no contabilizados- que iba sacando a su antojo de la caja fuerte de la Catedral de la citada ciudad. Durante los próximos días, como ocurre en los juicios penales, se van a enfrentar ante la Sala del Tribunal dos versiones de lo sucedido: la que fue reconstruyendo el juez instructor del caso y la que oponga en el juicio el abogado defensor del electricista acusado. Lo llamativo del asunto es que el juez instructor, mientras investigaba el caso y reconstruía los hechos, fue escribiendo una novela cuya trama consistía en el robo del citado libro medieval, la cual fue publicada al tiempo en que él finalizaba la instrucción del sumario. No voy a ser yo quien critique que existan jueces novelistas. Al contrario, creo que es de alabar que nuestros jueces dispongan de una parte de su escaso tiempo para dedicarse a una actividad tan gratificante y generosa como es escribir una novela. Pero si esto es cierto no lo es menos que entre los múltiples y variados temas que podía elegir para obsequiarnos con una historia de ficción, el juez instructor tuvo, a mi juicio, la infeliz idea de narrar en ficción el robo del Códice Calixtino. Poco importa si había pensado escribir su novela antes del robo o si se le ocurrió después a la vista de los datos que obtenía, la cuestión es si escribirla y publicarla fue oportuno. Y digo esto porque, ya en el planteamiento de las cuestiones previas al juicio, la abogada del acusado alegó que su defendido no había tenido un “juez imparcial”, que además se había sentado en los platós para promocionar su libro en el mejor de los momento. Eso, unido a otros motivos, permitió a dicha letrada exigir la nulidad de la declaración de su patrocinado. La cuestión es menos preocupante de lo que pudiera parecer porque el ministerio fiscal consideró que el proceso se había desarrollado con arreglo a derecho y no vía motivos para declarar la nulidad. Con todo, que un juez instructor de una causa acabe escribiendo una novela sobre el hecho investigado es, cuando menos, sorprendente y hasta puede desconcertar a los ciudadanos. Desde hace siglos, la Justicia se representa como una mujer que lleva los ojos vendados para suscitar en los justiciables la idea de que precisamente su ceguera artificial le permite ser objetiva. Pues bien, que el juez instructor del robo del Códice Calixitino haya escrito una novela sobre ese tema, aunque sea una obra de ficción, lo que menos sugiere es que aquel haya actuado objetivamente y con los ojos cerrados. Es verdad que él no es el llamado a decidir, pero con todos los temas que existen para escribir una novela, ¿no actuó, cuando menos imprudentemente, al narrar un robo del Códice Calixtino, mientras instruía una causa sobre un hecho real de idéntico resultado? Otros temas Comentarios José Manuel Otero Lastres el 20 ene, 2015