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El fotógrafo español que enseña la tragedia de Nepal al mundo

J. F. Alonso el

Detrás de la tragedia siempre está el objetivo de un fotógrafo. Detrás del dolor, las imágenes que lo muestran al mundo, que nos remueven las tripas o nos provocan el llanto. Para los viajeros del mundo, Katmandú es una meta imprescindible. Y también el Everest, aunque en los últimos años las expediciones comerciales hayan convertido un reto con el que soñar en un gigantesco negocio turístico. Para los fotoperiodistas, un terremoto como el de Nepal es el Himalaya de su trabajo. Por ejemplo, para Omar Havana, español (Madrid, 1975), uno de los muchos fotógrafos de nuestro país que se mueven entre los mejores del mundo. Sus disparos nos han arrojado este fin de semana al pozo más oscuro de la realidad.

Omar ha trabajado en más de sesenta países, muchos de ellos situados en la cara B del mundo (Tailandia, Vietnam, Laos, Myanmar, Libia, Egipto y Camboya, entre otros), siempre con sus cámaras al hombro y con su ilusión: “La magia que hay detrás de congelar un instante de la vida ha sido el único camino donde me he sentido libre. En ese momento en el que miro a través del objetivo, el tiempo deja de importar, los problemas desaparecen, y de repente empieza la magia de miradas que se cruzan, de llantos que atraviesan los tímpanos, de caras a las que duele mirar”.

Desde hace siete meses vive en Katmandú, desde donde trabaja para la agencia Getty. Allí, en su casa, en la sexta plata de un edificio de la capital de Nepal, se encontró con la violencia incontrolable de la Tierra. Salió a la calle, y empezó a hacer fotos, a explicar con imágenes y con palabras lo que estaba ocurriendo: “Por favor, ayudad a Nepal. Este devastado país necesita toda la ayuda posible. Por favor, no miren hacia otro lado“, tecleó en Twitter.

Hoy, tras otro día en el infierno, me explica su experiencia:

-Descríbenos la escena que más te ha impresionado estos días. 

-No puedo describir solo una escena. Todo me está impresionando. Quizás en lo dramático la imagen de una hijo gritando “mamá, mamá” ayer en Bhaktapur, mientras el cuerpo de su madre muerta era llevado a un hospital. Pero todo me está impresionado. Es una pena ver los templos derruidos, la gente sin casa, el miedo en la cara de las personas. Pero siempre intento quedarme con lo positivo, sé que es difícil en una situación así, pero siempre hay algo que te toca el corazón y te hace sentir un ser humano, y sin duda, si tengo que escoger algo, es cómo los ciudadanos, la gente de calle, se están ayudando los unos a los otros, es increíble verlos juntos, dándose comida, incluso ofreciéndonos a los extranjeros lo poco que tienen. Los últimos dos días he estado durmiendo en una escuela con mi mujer, y se han desbordado con nosotros. Eso sin duda me ha tocado mucho el corazón, y me ayuda a seguir adelante y forzando todo lo que puedo y más para intentar mostrar lo que está pasando aquí con mis fotografías.

-¿Cuál es la situación en este momento en Katmandú? ¿Cómo ha reaccionado la gente?

-La situación es de caos total, de miedo en las calles. El agua empieza a escasear, la comida también, la electricidad es un problema, internet casi nulo, y el teléfono no funciona en la mayor parte de la ciudad. La gente tiene pánico de volver a sus casas, se han habilitado algunas zonas donde la gente se ha creado sus hogares debajo de lonas de plástico. En las calles la gente está viviendo en los lados de las carreteras. Un caos total y una tristeza muy grande. La gente, como te cuento, ha reaccionado uniéndose más que nunca. El sentido de la familia aquí es muy fuerte y la gente se junta donde pueden. Miles de ciudadanos están trabajando de voluntarios, ingenieros que hacen vendajes en los hospitales, estudiantes que usan platos de metal para buscar cuerpos en las escombros…

-Vives en Katmandú desde hace unos meses.  ¿Qué amas más de la ciudad? ¿Qué vas a echar de menos de lo destruido?

-Lo que amo más de la ciudad es la gente, de la ciudad y del país. Esta gente es especial. He vivido en muchos países, y en todos la gente es maravillosa, pero aquí hay algo diferente, esta gente es especial, son muy amables, muy abiertos, y siempre felices en ayudar en lo que puedan. Voy a echar todo de menos, los templos, las plazas, las casas típicas, todo es Nepal. Solo se conoce este país por el Everest, pero Nepal es mucho más que las montañas. Nepal es su pueblo, su arquitectura tradicional, los templos, las casas, los olores. Echaré todo de menos. Es muy triste andar por encima de los escombros cuando hace una semana estaba haciendo una historia en esos templos, muy triste.

-¿Cómo combinas el trabajo profesional, buscar la mejor foto, con los dramas personales que te rodean?

-Es muy difícil. Intento sobreponerme, intento usar la cámara como escudo, pero es muy difícil, pero tengo que hacerlo, se lo debo a esta gente, tengo que forzar todo lo que puedo y más para llevar las imágenes a todo el mundo, y tengo que hacerlo por ellos, no por mí, por ellos. Somos mensajeros, no estrellas, no me gusta estar en los medios todos los días, soy un afortunado de poder vivir haciendo lo que amo, y lo que amo es contar la historia de la personas. Es Nepal lo que me hace ir adelante ante esta situación, es la gente, esta es su historia no la mía. Yo puedo coger un vuelo mañana y marcharme. Ellos, sin embargo, no. La historia es Nepal no Omar Havana.

Esta es una de las fotos de Omar, en la portada del New York Times

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