Paco, Julia, Juan Bautista y Ana
En la foto de familia, Paco y Julia con su hijo Juan Bautista
En Murillo de Río Leza hay nueve o diez bares y un par de bodegas, la cooperativa y la de Paco García. Murillo no es Haro, o Laguardia, ya en Álava. Tampoco está exactamente en la carretera que une Arnedo con Logroño, unos pocos kilómetros donde hay tanta uva que resulta difícil ver otra cosa, aunque sí cerca, a solo veinte minutos de la capital. Por eso, a Paco Garcia no se llega por casualidad. Quien allí para suele saber que sus vinos están de moda, que entre esas cuatro paredes se ha gestado una pequeña revolución liderada por Juan Bautista, el hijo de Paco y Julia, uno de los jóvenes con más entusiasmo por su trabajo que he conocido nunca. Estudió En Zaragoza y en la Universidad de La Rioja, y al volver a casa le hizo ver a sus padres que los vinos tradicionales que tenían en el mercado eran buenos, pero no eran diferentes. Le planteó a su padre (y se planteó a sí mismo) preguntas como: ¿por qué mis amigos no beben vino? De ese interrogante nació un nuevo camino. Paco y Julia cuentan la historia alrededor de unas chuletas y dos botellas de vino, el Seis y el Crianza. Empezaron con una tienda en el pueblo, que ahora tienen alquilada. En 2001 crearon la bodega, en parte porque ese era el sueño de su otro hijo, ya fallecido. El drama de aquellas primeras vendimias sin su presencia regresa como una lágrima a los ojos de Julia. Pero la bodega creció, o mejor dicho, se asentó.
Hasta que en 2008 volvió Juan Bautista acompañado de Ana Fernández, la chica que había conocido mientras estudiaba Enología, con quien compartía su visión de la tierra, del vino, del negocio, experta en marketing y exportación. Les unía una obsesión que llega hasta el punto de visitar los bosques franceses donde crecen los robles con los que se van a hacer sus barricas, y elegir a última hora, en septiembre, en función del año y lo que necesiten sus vinos. Detrás de cada decisión a lo largo del año hay estudio y reflexión hay un porqué. Juanba optó por centrarse en solo tres vinos, el Seis, el Crianza y el Beautiful Things. La figura de su padre, ya retirado, alma pater, permanece en el nombre de los vinos, Paco García (sonoro, español, fácil de recordar), y en su mano, pasada por el escáner, una de las etiquetas más originales de La Rioja. Paco dice que él ya no está para nada, que su tiempo pasó, pero lo cierto es que sin su valentía y la de Julia, hoy no estaríamos brindando por el éxito. En la bodega huele a mimo, a dedicación, a muchas horas, a acierto en los detalles, a visión de futuro, y todo ello también está en la copa vacía, al final de la comida, mientras avanza la tarde en el horizonte.
Esther y Nacho
Vista de Munilla desde las casas de Riojania
En Munilla, a cinco kilómetros de Arnedillo, están algunas de las huellas de dinosaurios más nítidas y menos conocidas de La Rioja. Solo por eso merece la pena tomar el desvío. Otra buena razón es conocer las casas rurales Riojania, una de las muchas “locuras” de Nacho, abogado de Calahorra, y su mujer, Esther. Han puesto tanto cuidado en los detalles que esas casas son casi pequeñas tiendas de antigüedades. Tienen una amplia colección de vasijas de barro utilizadas para el vino, pero también teléfonos, radios, quinqués… Nacho organiza una feria anual de antigüedades en este pueblo, y recorre muchos kilómetros al año en busca de nuevas piezas. A Esther le enganchó el mundo del cine y de los guiones. Una tarde de hace unos días la encontré nerviosa y feliz, rodeada de su familia, mientras contaba las horas para el estreno de la película Las cartas de Malex, rodada en parte en sus casas y en este paisaje cruzado por el río Manzanares. Hace mucho tiempo aquí nació la industria del calzado (hoy, esa industria está en Arnedo) y la tela. Hoy no hay tiendas. Solo un par de bares donde se recogen encargos para traer provisiones desde Arnedillo. Y las montañas verdes. Y las huellas de dinosaurios. Y Riojania, con su jacuzzi exterior calentado por leña, a 40 grados, un plan inmejorable cuando anochece y el cielo se llena de estrellas.