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Blogs Protocolo y etiqueta por Maira Álvarez

“Echar un polvo”

“Echar un polvo”
Maira Álvarez el

A veces es curioso conocer el origen de las expresiones que utilizamos en nuestro lenguaje coloquial y comprobar como la costumbre da lugar a términos que no tienen nada que ver con la sociedad donde fueron acuñados originariamente. 

Un modismo ampliamente utilizado en España es la expresión “echar un polvo“. En esta frase tan coloquial (y vulgar) se habla del lexema polvo para definir el coito. 

En nuestro país empezamos a oír el término durante la década de los años 20, aunque su origen es mucho más antiguo. 

Hay dos vertientes y ningún historiador sabe acuñar cuál de las dos determina su significado actual. Una de ellas sería la connotación  bíbilica del “Somos polvo, del polvo venimos y en polvo nos convertiremos” pero hay otra más divertida e interesante que tiene que ver más con lo que sería la etiqueta social del siglo XVII – XIX, y por ende, con la temática de este blog. 

Hace un par de siglos existía la costumbre de tomar el tabaco esnifándolo en forma de rape. Las hojas del tabaco se trituraban con diferentes aromas y se guardaba en diferentes cajitas, normalmente de plata. 

 

La tradición, instaurada en la corte francesa, decía que por cortesía los hombres ofrecían rape a sus amigos e invitados con la frase “¿quieres echar un polvo?“. 

El acto reflejo que tenían los “fumadores” era una incontenible cascada de violentos estornudos. Por ello, consumir rape sobre todo en presencia de las damas era un acto poco elegante, así que los varones con síndrome de abstinencia se salían del salón discretamente a “echar un polvo“.  

Digamos que es el equivalente actual a la pausa del cigarrillo en restaurantes y lugares de trabajo. 

 

Y ese lapso de tiempo se convirtió en una costumbre social, y también en la oportunidad que algunos nobles buscaban para tener encuentros fugaces con otras mujeres en las habitaciones altas que toda casa de “buena familia” tenía. Eran unos momentos preciosos para tener escarceos fugaces y poco a poco “echar un polvo” se convirtió en una frase clave que fue derivando en la figura lingüística que conocemos en la actualidad. 

En 1874 encontramos en la literatura un ejemplo de cómo la sociedad utilizaba polvo como sinónimo de coito. Ambrosio el de la Carabina escribió una obra de teatro titulada Don Juan Notorio:  burdel en cinco actos y dos mil escándalos. Como ven, el título ya indica su contenido. 

Años más tarde, en 1906, Luis Besset recoge en su Diccionario de argot español la definición de cohabitar como “echar un flete, una vaina, un polvo”.  

 

(Si alguien conoce el origen de las almóndigas y las cocretas, agradecería que me lo dijese. Por lo menos me rasgaría las vestiduras con conocimiento de causa…) 

Protocolo social

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