El director de cine francés Claude Chabrol dijo que la tontería es fascinante porque, a diferencia de la inteligencia, no conoce límites. Adenauer, que Dios le había puesto límites a todo menos a la tontería. Luis Carandell rechazaba un candidato al premio al Tonto Contemporáneo si era un tonto obvio que nada aportaba al conocimiento de la misma. Mi madre me enseñó que un tonto es más peligroso que un malvado porque puede hacer más destrozo. Miguel Platón afirma que lo peor es que el tonto sea activo. Ése que “no para quieto”, como dicen ellos de sí mismos. Antonio Burgos descubrió el tonto con balcones a la calle, que exhibe orgulloso su condición, y Noel Clarasó que al tonto no le debe ir tan mal cuando ninguno se queja de serlo. Todo padecemos tremebundas contracturas de espalda, o alopecia, o somos alérgicos, pero nadie te dice “Mi problema es que soy imbécil y por eso digo ‘hoja de ruta’ en lugar de ‘plan””. Estrabón diría hoy que una ardilla podría atravesar España saltando de tonto en tonto. Forrest Gump sabía que tonto era el que hacía tonterías.
Si afirmas que Nelson Patricio es “más mayor” que Lodovica nadie se inmuta, pero si afirmas que Jennifer Úrsula es “más menor” que Clodomiro todos entienden que ese comparativo es una sandez. A todo esto, aquí ya nadie se llama Carlos ni Isabel. Si un esnob dice “coach”, se acabaron los entrenadores y además el “coach” de todos tus conocidos lo fue de Fernando Torres o de Nadal y es magnífico. Ninguno es del montón. Los que han trabajado para Fernando Torres, puestos de pie, no caben en la provincia de Cáceres.
Las peores estupideces son las forzadas por las ideologías, las cadenas del entendimiento que permiten saber la verdad sobre las cosas sin conocerlas. Si dices “vascos y vascas” cuando sabes desde primero de EGB que con “vascos” basta y sobra, llegas a presidente autonómico. Si afirmas “el dinero público no es de nadie”, te dan la cartera de ministra de Cultura. Mala cosa cuando los medios de masas dicen tonterías, porque ellos modelan el discurso popular. La radio canta las noticias “de España y del mundo” como si este país no estuviera en La Tierra sino en Pandora, uno de los satélites de Saturno. Como dijimos en su momento, precisamente “este país” y “Estado español” son los nombres propios que utiliza el tonto al que le da vergüenza decir España. La tele etiqueta tres partidos del siglo cada año, todos ellos históricos, y habla de la sesenta y ocho Asamblea General de la ONU. Si fuera la tercera reunión, ¿diría la “tres” Asamblea? Esta mañana he escuchado cómo decían “la trenta edición” (sic).
Dedicado a @jmalbelda, observador de algunas manifestaciones del lenguaje popular. Gracias por todo, amigo.
Más vida en @rafaelcerro
Lenguaje EspañolOtros Temas