La figura contraria al pleonasmo es la contradicción llamada oxímoron: “salir hacia adentro”. El oxímoron no es siempre incorrecto. A veces resulta útil y brillante, por ejemplo, en poesía: “silencio atronador”.
Hablar bien es, a veces, cuestión más de sensatez que de sapiencia. Se ha extendido, por ejemplo, la expresión “subir para arriba”, que no se sostiene a nada que uno le dé un par de vueltas. Si “subir” es “ir hacia arriba”, subir para arriba es un pleonasmo flagrante. O sea: que resulta redundante. “Para arriba” sobra porque ya está dicho. Lo mismo ocurre con “bajar para abajo” o con “salir afuera”. La repetición refuerza el sentido de la frase, es cierto, pero no es necesaria. En ocasiones, puede entenderse que insistamos en el significado para subrayarlo, pero no es fácil decidir dónde está el límite de la redundancia admisible. Decimos que un edificio “voló por los aires”, lo cual no es necesario, pero le da intensidad a la oración. Lo mismo ocurre con “me lo sé de memoria”, una redundancia casi cotidiana. Somos libres para subrayar, pero siempre que respetemos la frontera de la obviedad.
También es redundante el sintagma “fotocopiadora estropeada”; todas lo están, al menos cuando yo me acerco.
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