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Blogs Pido la palabra por Paloma Cervilla

Al capellán de Ifema, la esperanza en medio del dolor del coronavirus

Al capellán de Ifema, la esperanza en medio del dolor del coronavirus
Paloma Cervilla el

                  “Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras”

                                                                                                    (Papa Francisco, Plaza de San Pedro, 27 de marzo 2020)

 

Me lo imagino, porque los periodistas ahora solo podemos imaginar, llegando a Ifema, solo, emocionado y con su dolor. Y recuerdo cuando era niña y veía pasar a las Siervas de María caminando por las calles de Jerez, en la oscuridad de la noche, para cumplir su misión de cuidar y acompañar a los enfermos. Eran la luz en las tinieblas de la enfermedad y de la muerte.

Me lo imagino, porque solo puedo imaginarlo, atravesando este hospital improvisado, levantado con tanta generosidad por gente buena y solidaria, buscando un nombre, una sección, una mirada de alguien que lo espera impaciente.

Me lo imagino, porque ahora solo puedo imaginar, como algunas manos salen a su encuentro buscando algo de consuelo.

El Padre Fer en el cementerio de Alcuéscar

Me lo imagino, porque ya solo nos queda imaginar, llegando sereno, sostenido por la fuerza de la Fe y de tanta gente, que en el silencio de este aislamiento, triste y sobrecogedor, reza por ellos. Como mi Comunidad de Emaús de San Juan Crisóstomo de Madrid, un ejército de mujeres, buenas y valiosas, entregadas al servicio de los demás, en este tiempo de abatimiento e incertidumbre. O como el Padre Fer, que desde su Casa de la Misericordia de Alcuéscar nos envía la fuerza para intentar comprender que es posible salir, que hay luz en las tinieblas de este momento convulso, que nos ha tocado vivir.

Me lo imagino salir abatido, pero a veces feliz, por poder llevar la esperanza a quien ya no la tiene.

Y me lo imagino, me lo estoy imaginando, volando alto, como aquellas cigüeñas, símbolo de la vida, que un día me sorprendieron en el cielo herido de la antigua Yugoslavia. Entonces, cruzando el territorio abandonado y arrasado de Bosnia-Herzegovina, me preguntaba cómo era posible que hubiera tanta vida, cerca de tanta muerte.

Así imagino, porque solo nos queda imaginar, al capellán de Ifema, el sacerdote que cada día lleva palabras de Vida Eterna, donde solo hay incertidumbre y desesperanza.

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