Cinco horas reunidos ayer para nada. PSOE y Podemos volvieron a protagonizar un acto más del teatro de la investidura que se interpreta desde hace ya casi cinco meses en el escenario del Congreso de los Diputados.
Desengáñense, aquà no hay ni preocupación por España, ni por los problemas de los españoles, ni nada de eso. Aquà lo que se dirime es una lucha de egos, de ambiciones personales. Esto es una batalla para destruir al adversario, para intentar hacerle el mayor daño posible. La polÃtica en este paÃs dejó paso hace ya algún tiempo a la ocupación del poder a cualquier precio.
Por eso, en este estado de cosas, no me extraña que después de miles de reuniones para no acordar nada, Pablo Iglesias llegue a la conclusión de que, a lo mejor, le sea más rentable dinamitar desde fuera el Gobierno de Pedro Sánchez, que estar dentro de él.
Puestos a pensar de manera maquiavélica, como es ahora la polÃtica, podrÃa ser que Podemos apoye la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, con la justificación de querer dar una oportunidad para la estabilidad de España. Y una vez salvado este trámite, esperar a Sánchez, que lo ha querido aniquilar, en el dÃa a dÃa del Parlamento.
Ninguna ley progresista saldrá adelante sin el apoyo de Podemos, tendrá la sartén por el mango de las votaciones parlamentarias, y el calvario para el Gobierno socialista será tremendo.
Una venganza servida en plato frÃo, ya que Pablo Iglesias tendrá en su mano la llave para que en un año, o a más tardar dos, se tenga que disolver el Parlamento y convocar nuevas elecciones.
Entonces, a lo mejor puede conservar sus escaños, culpar a Sanchez de su incapacidad para gobernar y devolverle la humillación de la que ha sido objeto durante estos cinco meses, desde las generales del 28 de abril.
Seguir a Paloma Cervilla en Twitter.
España