Menudo circo, teatro y pantomima, o como ustedes quieran llamarlo, se está montando Pedro Sánchez con su investidura. Ya no sabe qué hacer para enmascarar su acuerdo con la extrema izquierda de Podemos, los independentistas catalanes, los proetarras de Bildu y ya no sé cuantas siglas más.
El último, por ahora, numerito, ha sido involucrar a los presidentes autonómicos en este disparate polÃtico ¿Qué tendrán que ver con la investidura del presidente del Gobierno? A este paso va a convocar a La Moncloa a la comunidad de vecinos de su barrio para que también opinen. Todo lo que sea necesario con tal de no asumir en solitario este Gobierno socialcomunista que se nos viene encima.
¿No serÃa mejor que se responsabilizara en solitario de semejante desatino? No, no es posible, porque para claudicar ante el presidente catalán, Quim Torra, y reunirse con él o hablar con teléfono, da igual, tiene que hacer ver que convoca a todos a su peculiar ronda de consultas, una charlita telefónica de diez o quince minutos.
En el fondo es ganar tiempo para que los secesionistas y enemigos de España se decidan sobre lo que van a pedir a cambio de sus 13 votos para hacer presidente a Pedro Sánchez, que no es más que libertad para los polÃticos presos, delincuentes por vulnerar la Ley, y una relación de igual a igual con el Estado español. Un despropósito de dimensiones siderales.
Mientras que el presidente en funciones dedica estos dÃas a juguetear con el teléfono, España está secuestrada por delincuentes como Oriol Junqueras que, desde prisión, decide el futuro de España, o un fugado Puigdemont, que marca los ritmos de la polÃtica española.
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