Sí, fue histórica, y esperemos que determinante para hacer cambiar la deriva independentista de los dirigentes catalanes. Porque podrán seguir adelante con su locura secesionista, pero ya no podrán hacerlo en nombre de todos. Los españoles, los catalanes, la gente de bien, se rebeló ayer domingo contra los que quieren romper el orden democrático y constitucional en España y le dijeron “no” a Puigdemont.
Hacía falta una reacción cívica de la magnitud que se vio ayer en Barcelona. No podía ser que la mayoría silenciosa, bastante más sensata que la que se tira a la calle para insultar a España y, sí agredir, a las Fuerzas de Seguridad, permaneciera más tiempo sin levantar su voz contra tanto delirio independentista.
España tenía que proyectar ante el mundo otra imagen de cordura y no podía dejar en manos de los que se quieren saltar la Ley las primeras páginas de los medios de comunicación internacionales.
Primero fue el Rey, con su mensaje nítido y valiente, y ahora ha sido el pueblo, el que se ha plantado para decir ¡basta! Ahora falta que los políticos sepan interpretar este mensaje y no permitir que el desafío de unos pocos rompa un país, que ayer le marcó claramente el camino.
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